Man draws attention to the issue. Asking questions, searching for truth. Curiosity. Population poll survey. Social problems and the search for methods for solving them. Resonance in society.

Por Stakeholders

Lectura de:

POR BALTAZAR CARAVEDO MOLINARI – Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú

Este artículo se inspira en el planteamiento formulado por Jeremy Rifkin, autor de un libro titulado La Civilización Empática publicado en el 2010. Antes del siglo XIII la humanidad consideraba que el universo de la acción y el pensamiento estaba ordenado solo porque Dios lo había creado.

Cuando en el siglo XVI se empezó a cuestionar que la única verdad es la que postula la Iglesia, y que la ruta para llegar a ella o descubrirla no se circunscribe a una sola perspectiva, se consideró que la razón podía ayudar al ser humano a entender mejor el mundo. Más aún, se llegó a admitir que en ciertos aspectos lo que valía era la verdad de la Iglesia, y que en otros era la razón. Para Descartes debía existir una ciencia general que explicase todo lo que se puede conocer relativo al orden y a la transformación.

Las emociones humanas se consideraban inferiores a la razón; eran irracionales. El pensamiento era un ámbito separado que, si bien estaba físicamente conectado con el mundo, actuaba con independencia de este. Las emociones se percibían como enemigas de la racionalidad porque distraían y abrumaban la mente racional. Se pensaba que el ser humano debía ser calculador, insensible, racional. Para Bacon la realidad era objetiva y se manifestaba apropiándonos de ella, manipulando su naturaleza; la única forma de conocer la realidad era distanciarse y crear una barrera neutral para que la mente incorpórea pueda observar y juzgar su funcionamiento sin prejuicios.

Pero un mundo sin empatía es ajeno a la noción misma de lo que significa ser humano. Para el neurocientífico Antonio Damasio aspectos del proceso de emoción y sentimiento son indispensables para la racionalidad. Más aún, Damasio dirá que si se reprime la naturaleza corpórea de nuestra existencia y rechazamos las emociones que nos unen al mundo de una manera tan física, perdemos la capacidad de sentir empatía, que es la esencia de lo que significa un ser social. Varela sostiene que la razón es la manifestación última de la emoción. El acto de pensar combina emociones, sensaciones, sentimientos y razonamiento abstracto en una totalidad corpórea.

Cada uno de nosotros existe únicamente en relación con los demás. Ser significa comunicar. La vida mental siempre es relacional. Podría decirse que la empatía es el centro de la historia humana. La realidad es algo que creamos juntos a partir de la experiencia que compartimos. Las verdades no son unos fenómenos autónomos y objetivos, sino explicaciones que damos a las experiencias comunes que compartimos. Las verdades son explicaciones de cómo se relaciona todo entre sí.

Desde la perspectiva cartesiana la realidad está hecha de verdades fijas e inmutables que existen a priori. Pero el significado de la vida es formar relaciones con otros para sentir de la manera más profunda posible la realidad de la existencia. En el número anterior de la Revista hice una interpretación sintética de la historia peruana desde su independencia. Destaqué el hecho de la incapacidad para ponernos de acuerdo en los siglos XIX y XX, e inclusive, en lo que va del siglo XXI. Pero esta incapacidad no es intelectual, es emocional, es falta de capacidad empática. Se encuentra en nuestra cultura, en nuestra identidad. Es lo que nos lleva reiterativamente a situaciones de colapso. El desafío que enfrentamos es transformar nuestra identidad; expandir nuestra capacidad empática.







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