Por Daniel Alfaro - Fundador de Pirka Consultoría

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Los países asiáticos lideraron el ranking de la prueba PISA de 2022 que se publicó el año pasado. Salvo Irlanda que ocupó el segundo puesto en lectura, Singapur, Macao (China), China Taipéi, Hong Kong (China), Japón y Corea del Sur estuvieron entre los cinco primeros puestos en las pruebas de lectura, matemáticas y ciencias.

Hace 15 años, Fenton Whelan críticó las políticas educativas que adoptaron países como Estados Unidos, Reino Unido o Francia. Las llamaron clases pequeñas, ya que buscaron reducir el número de estudiantes por cada docente para personalizar el proceso de enseñanza y aprendizaje. En teoría, una idea magnífica.

El problema con estas políticas fueron los costos, ya que implicaron contratar más docentes a costa de su preparación y adecuar la infraestructura de los colegios para contar con un mayor número de aulas. En contraposición, países como Singapur, Hong Kong o Corea del Sur, punteros en PISA 2022, tomaron otro camino: se enfocaron en los docentes con mejores salarios y, sobre todo, mejor preparación.

Estas políticas tuvieron dos grandes bondades. Primero, revalorizaron la carrera docente para atraer a personas con mayor talento y vocación y, segundo, los docentes ganaron más autonomía para ayudar a potenciar los talentos de sus estudiantes y estrechar lazos con las familias. En el fondo, esta evidencia revela que, más allá del tamaño de la inversión en educación, la calidad de su gasto es vital para promover mejores aprendizajes. De hecho, el Banco Mundial (BM) encontró que los montos de inversión cuando superan los niveles necesarios para asegurar condiciones básicas de calidad no conducen siempre a mejores resultados en las pruebas.

A la luz de estas experiencias, los retos de los países de América Latina para salir de la mitad inferior del ranking de PISA 2022 son dos: alcanzar la inversión necesaria para asegurar las condiciones mínimas y, a su vez, mejorar la calidad del gasto. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el gasto promedio de los países de la OCDE es tres veces mayor al de nuestros países. Ambos esfuerzos condicionan la capacidad de nuestros países para superar lo que el BM llamó pobreza de aprendizajes, es decir, que un niño no entienda un texto simple a los 10 años. Así, la mitad de los estudiantes de la región no tiene habilidades básicas de lectura.

«A la luz de estas experiencias, los retos de los países de América Latina para salir de la mitad inferior del ranking de PISA 2022 son dos».

Otro resultado doloroso que debemos revertir es la alta inequidad. De acuerdo con el BID, el 88 % de los estudiantes más pobres de la región obtuvo un bajo desempeño en matemática versus el 55% en el caso de los estudiantes más ricos. Brechas similares existen entre lo urbano y rural.

A pesar de ello, el resultado del Perú en PISA 2022 pudo ser peor, dado que prolongó el cierre de escuelas durante la pandemia con una baja conectividad para las clases a distancia. Así, logró mantener los resultados en lectura y mostró una pequeña caída en matemática.

Si se observan estos resultados en el largo plazo, Perú tiene una de las trayectorias más dinámicas de la región, lo cual coincide con el incremento del gasto en educación a más del doble durante la última década y la implementación de reformas educativas que condujeron a una mejor calidad del gasto.

Lamentablemente, el Perú ingresó a una senda política contra las reformas y con una baja prioridad de la educación en la agenda pública en medio de la creciente inseguridad ciudadana e inestabilidad económica.

Esta situación podría poner en jaque a los avances logrados, los cuales solo podrán revertirse con la despolitización de la educación y la cohesión social alrededor de la necesidad de una mayor inversión y calidad de gasto para asegurar un mejor futuro a nuestro país.







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