Por LEÓN TRAHTEMBERG - Educador

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¿Quieren saber cuán preparados están sus hijos y alumnos para lidiar con escenarios adversos? Les propongo dos entradas para averiguar la respuesta.

Primero intenten explorar la capacidad argumentativa de los estudiantes para enfrentar lo inesperado, en vez de reiterar las tradicionales preguntas y respuestas sobre las situaciones ya conocidas que tienen respuestas en los libros. Propónganles que argumenten qué pasaría en el mundo si ocurriese cualquiera de las situaciones poco probable pero posibles como menciono a continuación.

EE. UU. invade a Nicaragua y expulsa a Daniel Ortega; muere Donald Trump; Pedro Castillo vuelve a presentarse y gana las elecciones en Perú; los radicales islámicos contaminan las aguas del Mar Mediterráneo con un virus mortal; interrupción masiva y prolongada de Internet por un ciberataque; Rusia lanza una bomba atómica sobre Ucrania; golpe militar en Israel derroca al Gobierno de Netanyahu: China entra en guerra con EE. UU. para cuidar sus intereses al lado de Irán en el Medio Oriente; Brasil anexa el Perú para tener salida a los dos océanos.

En un mundo cada vez más complejo y cambiante, es esencial preparar a los estudiantes para enfrentar escenarios inesperados y desafiantes. La capacidad de adaptarse y pensar de manera crítica en situaciones fuera de lo común es crucial para el éxito en la vida profesional y personal. Al fomentar la exploración de estos escenarios improbables pero posibles, se les brinda a los estudiantes la oportunidad de desarrollar habilidades de pensamiento creativo, análisis de riesgos y toma de decisiones informadas. En lugar de simplemente memorizar información, se les anima a reflexionar sobre las implicaciones y consecuencias de eventos inesperados, preparándolos para ser ciudadanos conscientes y resilientes en un mundo en constante cambio.

«En un mundo cada vez más complejo y cambiante, es esencial preparar a los estudiantes para enfrentar escenarios inesperados y desafiantes».

Segundo, intenten explorar la capacidad de los egresados de secundaria que permitan evidenciar su aprendizaje escolar de las ciencias. Un egresado de secundaria ha pasado cientos de horas escolares «estudiando ciencias». Si realmente aprendió, podría contestar con algún fundamento científico fácilmente preguntas como las siguientes: ¿por qué un avión no se cae al volar?, ¿es bueno o malo para un adulto comer huevos o tomar leche?, ¿a qué se debe que cuando una persona se pasa la toalla por el cuerpo «se seca»?, ¿por qué al viajar a la altura da «soroche»?, ¿por qué no se debe arrojar plásticos al mar?, entre otras.

Si no puede contestarlas, ¿de qué le sirvieron todas esas horas de clases tradicionales? Vale la pena verificar y pensar en opciones más efectivas para aprender ciencias.

En suma, toda persona con sensibilidad debe sentirse horrorizada no solo por las colas que enfermos y ancianos tienen que hacer para recibir un servicio público mediocre, sino por el estancamiento visceral de la educación peruana que no sale del hoyo por falta de visión educativa y vocación de servicio de los gobernantes. La inseguridad y cobardía para innovar ha llevado a los sucesivos Gobiernos a aferrarse al pasado que les ha dado cierta seguridad y confort aunque sea a costa de la falta de relevancia de lo que aprenden los alumnos en los colegios.

Eso se expresa en un Minedu que asfixia a los colegios impidiendo la innovación educativa que podría nacer de que enfrenten retos como los descritos en los párrafos iniciales. El Minedu debería convertir al Perú en el gran jardín de la innovación educativa, desregulando la asfixiante normativa centralista y dotando de autonomía a los colegios para que generen iniciativas innovadoras, que luego sean hechas públicas para que los interesados interactúen y aprendan unos de otros. En vez de repetir año a año los mismos diagnósticos y propuestas desde hace 50 años, ¿por qué no intentar algo sustancialmente distinto?







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