Por Stakeholders
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POR PATRICIA VALDEZ CASTRO – Experta en temas de Sostenibilidad y Cambio Climático
Hoy en día hablar de una industria sostenible implica que se deba migrar del tradicional modelo lineal de producción y consumo a uno de Economía Circular (EC); sin embargo, existen una serie de barreras entre culturales, técnicas, políticas y regulatorias que parecieran que aún no permiten esta transición con la rapidez que se espera.
No solo se trata de llevar a cabo la sustitución por prácticas más sostenibles en los procesos industriales, sino que se debe dar una reorientación integral en cómo los productores conceptualizan los productos y los sistemas de producción frente a la demanda de materias primas y recursos.
La economía circular es un modelo económico sostenible, en el que los productos y materiales se diseñan de tal manera que puedan ser reutilizados, remanufacturados, reciclados o recuperados; para así mantenerse en el círculo económico durante el mayor tiempo posible junto con los recursos de los que están hechos. De esta manera, se busca evitar o minimizar la generación de residuos, especialmente los peligrosos y también se previenen o reducen las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Por otro lado, la competitividad es definida por Ferraz, Kupfer y Haguenauer1 como la capacidad de una empresa para crear e implementar estrategias competitivas y mantener o aumentar su cuota de productos en el mercado de manera sostenible. Esas capacidades están relacionadas con diversos factores, controlados o no por las empresas.
En ese sentido, el desafío que se nos plantea es cómo poder satisfacer la demanda de bienes y productos con menos recursos de manera eficiente y sostenible, sin afectar la competitividad de la empresa y agregando la incertidumbre que se vive en estos difíciles y complejos tiempos.
Hay que partir por entender que la EC definitivamente tiene un largo trecho por recorrer en su implementación en las industrias, ya que por defecto implica un trabajo en conjunto de un grupo de actores (autoridades, sector privado y sociedad civil), que muchas veces no logra concretarse de manera real, al existir una falta de coordinación entre ellos.
Por otra parte, hay que resaltar que la EC contiene una serie de valores. Desde el sector privado podemos mencionar la competitividad que pueden ganar las empresas; sin embargo, esta debe estar balanceada con la cooperación, constituyendo un elemento clave, debido a que no hay forma de alcanzarla si es que no se coopera y/o trabaja en conjunto con otras empresas. La sinergia que se pueda dar es un elemento clave y muchas veces no se hace tanto énfasis en esto.
Si una empresa tiene iniciativas circulares, estas se reflejan en una reducción sustancial de los recursos extractivos de los cuales su sistema productivo hace uso, el cual a su vez incluye menores requerimientos energéticos o simbiosis con otras que permitan evitar pérdidas en el sistema. Además, se logra crear más valor con menos extracción, se da una mejora en cuanto a los costos, pero dependiendo de la escala y la capacidad tecnológica de cada industria muchas veces la transformación inicial implica una inversión para la percepción y la economía de los empresarios.
En este marco, hay que destacar la contribución frente a la crisis ambiental global. De acuerdo con uno de los principios de la EC, se busca integrar la restauración y los procesos regenerativos; es decir, tiene como fin ayudar a regenerar la naturaleza y reducir la presión sobre los ecosistemas, con lo cual el vínculo con el cambio climático es directo.
Por donde se vea, apostar como organización por cambiar a una economía circular brinda una serie de beneficios. Cambiar los procesos productivos permitirá, por ejemplo, no solo lograr hacer un uso sostenible de los recursos en el tiempo, sino alcanzar avances vinculados a métricas en sostenibilidad permitiendo ser más competitivos en el mercado nacional y global.
