Por Stakeholders

Lectura de:

Jorge Melo Vega Castro
Presidente de Responde

La ciudadanía se alcanza con la mayoría de edad acreditada con el DNI respectivo. ¿Es eso cierto? Una vez más nos encontramos con un postulado formal, legal, que no se condice con la realidad. El ciudadano requiere vivir en sociedad y por tanto interactuar con otras personas o instituciones, esto es, que va a trabajar o a estudiar, va a tener transacciones económicas que solo se pueden hacer con dinero.

Pero en nuestro país, no todas las personas estudian o trabajan, y la mayoría de los que trabajan no lo hacen en situación de formalidad. En el caso de sus bienes, estos no se encuentran correctamente registrados para que tengan un valor y ofrecerse en garantía. Esa realidad limita la posibilidad para que seamos sujetos de crédito.

El concepto de crédito cuenta con una doble acepción que tiene un alto impacto en la calificación de la persona. Crédito es primeramente un tema de confianza, dar crédito a una persona es confiar en ella, validar lo que dice: es veraz, honra su palabra. Propio de ese entendimiento surge la acepción económica; crédito entonces consiste en entregar un dinero o un bien y este va a ser resarcido, pagado en el futuro, debido a la buena reputación de la persona.

El crédito es confianza y para obtenerla se requiere tener una buena reputación. Las instituciones financieras también funcionan así, pero claro, no pueden hacer una valoración subjetiva de la persona que compra el televisor o pide un capital para ser pagado en dos años. Ellas califican nuestra reputación en base a situaciones objetivas, evidencias: tener una relación laboral o bienes que puedan garantizar “nuestra reputación” y así nos ganamos la confianza para realizar la transacción.

La transformación digital acelerada que experimentamos debido a la pandemia, puede ser una extraordinaria oportunidad para mejorar la ciudadanía de los peruanos al incorporarlos al sistema financiero. En las finanzas otra palabra mágica es la de “referencias” que está asociada a personas, cuentas, bienes, etc. Esto es: no te conozco, pero si puedes cruzar tu prestigio con otras fuentes que validen tu reputación, ayudará al sistema a convalidar tu compromiso de pago. En la dimensión digital ese requerimiento puede ser atendido con nuevas fórmulas, que son las que están dinamizando esa economía con la “confianza digital”.

Para que todo ocurra es indispensable la bancarización obligatoria. El DNI que acredita nuestra ciudadanía requiere ser complementado con una cuenta bancaria, del Banco de la Nación o de cualquier institución financiera privada. Un encuentro entre la RENIEC y la SBS. Y es que para ser sujeto de crédito un hito importante es el de tener trayectoria y la idea es que esta no provenga, necesariamente, del empleador formal. Debemos agregar a ello que los programas sociales impulsados por el Estado también requieren contar con mecanismos adecuados de asignación, supervisión, seguimiento y control de posibles filtraciones. La reciente experiencia nos ha demostrado que hubiéramos tenido mejores resultados con los bonos de ayuda de emergencia durante la pandemia, con menos riesgos sanitarios y más eficiente distribución, si hubiéramos tenido a todos los ciudadanos bancarizados.

Los incentivos se están dando desde el mercado, a partir de los medios financieros virtuales como Yape, Plin y diversas plataformas más, donde el pequeño comerciante y el consumidor obtienen beneficios. A ello se suman los agentes bancarios, que son las pequeñas bodegas que sirven como terminales bancarios y donde se realizan pagos. La seguridad personal también mejora, al no portarse efectivo. Hay una larga lista de beneficios para todos, incluido el fisco, de contar con una bancarización obligatoria y haya menos efectivo circulando. El escenario que nos ofrecen las finanzas digitales es asombroso y va a empoderar a los ciudadanos de menos recursos al convertirlos en sujetos de crédito. Ese ha sido uno de los factores de éxito de Amazon.







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