Por Stakeholders

Lectura de:

JORGE MELO VEGA CASTRO
Presidente de Responde

Si algo permite medir el nivel de madurez y desarrollo de un país lo vamos a encontrar en el comportamiento de los ciudadanos. Cuando hemos abordado los temas de responsabilidad social y de sostenibilidad, siempre hemos insistido en que su objetivo es el de promover una ciudadanía corporativa, que no es otra cosa que promover para que la empresa en su relacionamiento logre que los grupos de interés tengan una actitud positiva con su entorno: generar relaciones de confianza.

La ciudadanía no es un valor estático, sino que evoluciona junto con la dinámica de la sociedad. Pero no podemos dejar de insistir en que hay elementos básicos que sirven para la convivencia que permiten migrar de la caverna a la civilización. Resulta indispensable entender el sentido del deber para obtener derechos y así avanzar; es tan sencillo como interiorizar que no debo traspasar una luz roja porque vulnero la convivencia.

“Esto no es Suiza”

La frase que grafica nuestra satisfacción cultural de lo que somos es cuando decimos: “esto no es Suiza”. Es una renuncia explícita a ambicionar una adecuada ciudadanía porque nos sentimos más cercanos a lo primitivo. Y claro, Suiza es un país paradigmático. Los ciudadanos no saben quién es su Presidente, muy poco conocen sobre sus autoridades y las leyes, ya que ellos básicamente se autoregulan, no en lo normativo, sino porque tienen el sentido del deber para poder gozar de sus derechos. Es muy fuerte el respeto hacia el otro y a las instituciones y eso se refleja en relaciones de confianza, ya mencionadas. Por eso, porque se autoregulan y cuentan con la información necesaria, pueden realizar referendos en temas que podrían modificar el consenso y los resultados sorprenden por su madurez. Por ejemplo, incrementar el sueldo mínimo o prohibir la libre circulación de europeos por su territorio; en ambos casos la población no aceptó mayoritariamente esas medidas populistas.

Una ciudadanía responsable debe ser cuidadosa al elegir a sus autoridades y darles así legitimidad; una ciudadanía responsable no pretende que se dicten leyes para obtener beneficios a costa de otros, sea el Estado o la empresa, porque eso es populismo y empobrece más a las personas y al desarrollo del país; una ciudadanía responsable debe cumplir con las normas de la autoridad, porque son medidas para ir en la dirección correcta como sociedad. Una ciudadanía responsable no requiere que se haga uso de la fuerza pública para que se cumplan las normas o mandatos judiciales. El año 2020 nos ha puesto a prueba para evaluar nuestro nivel de ciudadanía a propósito de la pandemia, y hemos visto diariamente en los noticieros el incumplimiento militante a normas y recomendaciones, dictadas por la autoridad, para proteger la salud pública.

Estamos viviendo un período muy complejo en estos meses y los que vienen, en los que el populismo está adquiriendo mayor fuerza en los ciudadanos y sus representantes. Se busca que el Estado o las empresas ofrezcan beneficios que no corresponden a una relación honesta. Que se distribuyan los fondos de pensiones públicos y privados, que se posterguen o no se paguen los servicios públicos recibidos, que se regulen las tasas de interés en el sistema financiero, y todavía toca una nueva oferta electoral de candidatos para el mes de abril. Ya hemos tenido esas experiencias y conocemos el final, si obtenemos beneficios que no se corresponden con nuestra realidad debemos de alarmarnos. Seguir pasándonos la luz roja es propio de una ciudadanía irresponsable que nos devuelve a la caverna.







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