Por Stakeholders

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Por: Rolando Rodrich Portugal
Investigador y consultor de Comunicación Corporativa / @cocoskp

Hace unas semanas, la revista Forbes publicó una entrevista a José Antonio Llorente, socio fundador de la consultora de comunicación Llorente y Cuenca. La entrevista analiza la fuerza de un sector estratégico en alza pero, sobre todo, destaca un breve análisis y sus perspectivas de la comunicación corporativa en nuestros días, la misma que ha dejado de ser una tarea instrumental para volverse esencial en las empresas.

El análisis que sostiene José Antonio Llorente a lo largo de la entrevista es de igual forma válida y aplicable para muchas de nuestras organizaciones públicas, donde la comunicación no solo es una de las áreas de trabajo, sino una cultura que impregna la organización, y un instrumento de gobierno.

Rolando Rodrich Portugal, Investigador y consultor de Comunicación Corporativa

A través de una gestión de comunicación efectiva, es posible conseguir la unidad de las personas en torno a un proyecto, facilitar que sea conocido y apreciado dentro y fuera de la organización, promover la relación transparente con los medios de comunicación brindando información indispensable, y ser útil a la sociedad en la que se encuentra.

En ese sentido, la finalidad de un área de comunicación es facilitar que las distintas personas que están en relación con la institución tengan una imagen auténtica de su misión, sus valores y sus actividades. Esta imagen auténtica de las instituciones construye la reputación, que es un patrimonio de gran valor pues resulta indispensable para que pueda actuar como un actor más en la vida social, económica y cultural de su entorno. Sin reputación no es posible atraer buenos trabajadores, generar corrientes de opinión favorable, mejorar el nivel de satisfacción de nuestros servicios, y operar en un contexto sereno.

La reputación en las organizaciones no se forma sola ni se crea en un instante, sino que es el resultado del impacto que las actuaciones institucionales sostienen en muchas personas a lo largo del tiempo. Al mismo tiempo, como sucede con la fama de las personas físicas, basta un comportamiento inaceptable aislado para perder un prestigio social logrado gracias a una trayectoria intachable durante años.

Por esos motivos, las organizaciones tanto públicas como privadas deben sentirse responsables de su reputación y actuar en consecuencia, dándose a conocer de manera clara e interviniendo siempre que esa imagen no responda a la realidad. Esta necesidad es más imperiosa si cabe en sociedades pluriculturales como la peruana, en sectores muy competitivos y complejos, especialmente en los ámbitos del servicio público.

En consecuencia, hoy más que nunca, gracias a la tecnología y las nuevas formas de comunicación digital, las instituciones dependen de manera más radical de la percepción de las audiencias, y por tanto son más sensibles a los vaivenes de la opinión pública. En las instituciones tanto privadas como públicas son cruciales los canales que articulan y refuerzan esa relación, que le permite conocer bien a sus stakeholders a los que se dirige para prestar servicios o de los que depende para su normal actividad, y fomentar con cada uno de ellos una relación sólida, fluida, armoniosa y de mutuo beneficio.

 







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