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POR CHRISTIAN MESÍA MONTENEGRO – Director de Investigación, Innovación y Responsabilidad Social en la Universidad Privada del Norte (UPN)

Las Naciones Unidas definen sostenibilidad como el hecho de “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Es decir, la sostenibilidad implica la búsqueda de un equilibrio entre el crecimiento económico, la protección del medio ambiente y el bienestar social, lo que implica gestionar de manera responsable los recursos naturales para garantizar su disponibilidad en el futuro. Esta breve pero potente definición tiene severas implicancias para el futuro del planeta y de todo aquello que conocemos como civilización contemporánea.

Si examinamos la historia de la Tierra, podemos observar que los grandes cambios bióticos y antrópicos han estado relacionados a fluctuaciones ambientales que han tenido profundo impacto en el planeta. El incremento o descenso de la temperatura origina migración, adaptación, mutación y extinción de especies, alteraciones en las cadenas de alimentación, no sin antes pasar por severas crisis ambientales e incluso sociales. Actualmente, múltiples estudios científicos han confirmado que el ser humano es el principal responsable del cambio climático, el cual se ha acelerado desde el advenimiento de la revolución industrial en 1820, con el inicio de las grandes emisiones de carbón producto de las novedosas máquinas a vapor. Con estas consideraciones en mente vale la pena preguntarse lo siguiente: ¿nuestro comportamiento como civilización, es sostenible? La respuesta cae de madura y preocupa: no. 

La sostenibilidad ambiental se ha convertido en un tema de vital importancia en nuestra sociedad actual. Ante los desafíos ambientales que enfrentamos, las instituciones educativas, incluidas las universidades, desempeñan un papel crucial en la promoción de prácticas sostenibles. La sostenibilidad ambiental universitaria implica adoptar medidas y políticas que reduzcan el impacto negativo de las actividades académicas y administrativas en el entorno natural. 

Entonces ¿qué podemos hacer como universidad? En tal sentido propongo tres ejes: a) Eje pedagógico, b) Eje de Responsabilidad Social, y C) Eje de Investigación e Innovación.  

En el primer eje es importante incorporar la sostenibilidad en el currículo de todas las disciplinas, esto implica enseñar a los estudiantes sobre los desafíos ambientales y sociales actuales, así como sobre posibles soluciones sostenibles. Deben ser parte integral de los programas educativos. Esto se da en el salón de clase, en las currículas y debe de articularse con el segundo eje mediante activaciones sociales y ambientales a realizar en las áreas de influencia de la universidad. 

El segundo eje aborda dos vértices, el referido a la gestión de proyectos ambientales en la comunidad, bajo la premisa de la formación de los estudiantes; el otro vértice está vinculado a la coherencia institucional de la gestión del impacto generado por la universidad sobre el ambiente. Si la institución educativa gestiona sus impactos ambientales, se encuentra en la capacidad de formar profesionales que hagan lo mismo, porque promueve un entorno y cultura que respeta el medio ambiente desde la cotidianeidad.

El tercer eje articula los dos previos, mediante la investigación de impactos y soluciones a temas específicos (ej. el impacto del plástico biodegradable en la industria agrícola), que permitan crear innovaciones tecnológicas (o incluso sociales) que puedan ser transferidas a la industria y de este modo reducir el impacto en el medio ambiente. Es importante destacar que la sostenibilidad ambiental es un tema transversal que involucra diversas disciplinas, por lo cual, se espera que las universidades trabajen de manera integrada en su promoción y aplicación. 

En suma, es necesario que las universidades incentiven la conciencia ambiental mediante el fortalecimiento de las competencias ambientales, de responsabilidad social y de investigación e innovación en cada uno de los tres ejes. Por ellos, es necesario que las universidades asuman un compromiso claro y visible con la sostenibilidad ambiental. Esto implica establecer políticas y estrategias institucionales que aborden aspectos clave como la gestión de residuos, la eficiencia energética, el uso responsable del agua y la conservación de la biodiversidad. Al adoptar un enfoque holístico, las universidades pueden convertirse en modelos a seguir y ejercer un impacto significativo en sus comunidades.

Las universidades también deben tomar medidas concretas para reducir su huella a través de la implementación de infraestructuras ambientales sostenibles. Esto puede incluir la construcción de edificios ecológicos con certificaciones de eficiencia energética, la promoción del transporte sostenible dentro del campus, la instalación de sistemas de energía renovable y la creación de espacios verdes que fomentan la biodiversidad y el bienestar de la comunidad universitaria.

La sostenibilidad ambiental universitaria no puede lograrse de manera aislada. Es fundamental fomentar la participación de estudiantes, profesores, personal administrativo y la comunidad local en la promoción de prácticas sostenibles. Esto puede lograrse a través de la creación de comités de sostenibilidad, la organización de eventos y talleres relacionados con la sostenibilidad, y el establecimiento de alianzas con organizaciones externas para compartir conocimientos y recursos.

Por tanto, la sostenibilidad ambiental universitaria es un compromiso que va más allá de las acciones individuales; es un esfuerzo colectivo para crear un futuro sostenible. Las universidades tienen la responsabilidad de liderar el camino en la promoción de prácticas sostenibles y la formación de profesionales comprometidos con la protección del medio ambiente.







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