Por Stakeholders

Lectura de:

Baltazar Caravedo Molinari
Profesor de la PUCP

En el momento histórico en el que vivimos, la responsabilidad social es una propuesta de modificación de los vínculos entre los seres humanos que conforman sistemas sociales, que habitan territorios y países, que organizan ciudades y desarrollan organizaciones. Comparten una finalidad, un sentido, una dinámica económica, social, cultural, ideológica, biológica, física, y normas o reglas.

Cada persona es un sistema individual que influye en el sistema colectivo en el que se despliega. Los individuos, las personas, intercambian objetos, ideas, prácticas, rutinas, afectos, con otros integrantes del ámbito en el que se desenvuelven. El sistema colectivo contiene un patrón que se reproduce, que se repite, un clima, un ambiente, un conjunto de expectativas que marcan el proceso individual de cada persona. Y cada sistema colectivo retro actúa sobre cada individuo, sobre cada persona, imprimiendo un patrón, una lógica rutinaria. La interacción con el entorno cambiante perturba al sistema y contribuye a la transformación de sus componentes, de sus vínculos internos y externos, y de sí mismo. 

Lo que experimenta el mundo es la manifestación de un sistema que padece un proceso de colapso. La pandemia que aún socaba nuestra salud, el riesgo a la extinción viviente en la Tierra por la contaminación del biosfera, la disputa comercial que esconde las ambiciones que se transforman en guerras o invasiones, las fronteras que se cierran para evitar a los que migran porque se les ha dejado de lado en las oportunidades para vivir mejor, la discriminación fanática que no escucha ni siente la vulnerabilidad de la mayor parte de la población humana, todo ello, es la expresión de un sistema que se ha agotado o que está a punto de estarlo.

Lo que está ocurriendo en el Perú es otra versión de esa crisis profunda. La burla a las expectativas de la población, la presencia reiterada de la corrupción y la delincuencia en las más altas esferas de las estructuras del Estado y del Gobierno, no sólo recientemente, plantea una interrogante al sentido y a la ruta que hemos tomado como sociedad. Todas las propuestas para “resolver” la crisis son transacciones perversas atrapadas en la inmediatez y en la dimensión política. 

Para transformar la lógica colectiva no basta que las entidades humanas (individuos, organizaciones y sistemas) modifiquen sus prácticas particulares en los ambientes limitados en los que se despliegan sus intereses. Se requiere alterar los vínculos afectivos y emocionales que es lo que haría posible que se manifiesten en todos los actos de un universo social para dar nacimiento a un reconocimiento colectivo. Ello no se logrará porque unos despliegan mejores argumentos que otros, o porque hay mayor conocimiento en uno de los lados. Es necesaria una práctica generosa que se interese en el bien común. Si todas las organizaciones incorporaran procesos de responsabilidad social entendidos como dinámicas transformadoras de cohesión social, a pesar de las diferencias de todo orden, se podría iniciar la disolución de las barreras mentales, culturales, ideológicas y afectivas que dividen y alejan.







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