Marcel Ramírez La Torre
Profesor de la Escuela de Gestión Pública
de la Universidad del Pacífico
La pandemia de la COVID-19 se ha convertido en un “abre ojos”, que ha dejado ver en toda su magnitud, las deficiencias estructurales de nuestra institucionalidad pública. Aunque la inversión privada es el motor más importante para impulsar el crecimiento económico, una ruta clara al desarrollo exige contar con un Estado “capaz” con atributos estratégicos que no sólo atienda las urgencias, sino que tenga una visión prospectiva, es decir, de futuro. Si a inicios de la pandemia, el PBI del Perú venía creciendo a tasas cada vez más bajas, ahora que la pandemia está dejando de ser un problema, los desafíos más importantes del país tienen que ver con activar nuevos motores de crecimiento que permitan sostener el crecimiento más allá del excepcional 2021.
Lo primero es reconocer la verdadera situación del Perú, sus fortalezas y potencialidades, al igual que sus debilidades estructurales. En ese sentido, el Perú nunca llegó a ser un “milagro económico” sino más bien permanece en lo que se conoce como la “trampa del ingreso medio” debido a la demora en desarrollar una estrategia de diversificación productiva y de fortalecimiento institucional. Su extrema dependencia en los sectores extractivos hizo que las autoridades nunca hayan visto necesario desarrollar nuevos motores de crecimiento.
Así, los siguientes son los principales desafíos que tiene el Perú en el Bicentenario:
Necesidad de un Plan Estratégico de Desarrollo Nacional (PEDN)
El Perú no cuenta con una ruta estratégica que nos lleve a convertir el crecimiento del “piloto automático” en mejoras sostenibles en calidad del crecimiento, es decir, seguir un camino al desarrollo. Si las autoridades están realmente convencidas de la importancia de enrumbarnos al desarrollo, reducir la desigualdad, brindar oportunidades a las nuevas generaciones, entonces la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) debe informar cuándo tendremos el PEDN, cuáles son los hitos concretos del compromiso de ser país OCDE e introducir en su vocabulario el término desarrollo y reconocer que el crecimiento sostenido es una condición indispensable para mejorar la calidad de vida de los peruanos.
Reforma del Estado con orientación a resultados:
Convertir los escasos y valiosos recursos públicos en mejores servicios públicos para cubrir las crecientes necesidades de las nuevas generaciones, exige que contemos con un Estado capaz, preventivo, proactivo y estratégico con una real orientación a resultados. La implementación de la Política de Modernización de la Gestión Pública, a cargo de la PCM, ha tenido un avance irregular y escaso en materia de planeamiento estratégico y respecto al servicio civil meritocrático. La calidad de nuestra gestión pública se ha convertido en la principal restricción para salir del entrampamiento en el que el Perú se encuentra. La prevalencia de la corrupción y de problemas complejos y persistentes son resultado de la escasa capacidad de diseño e implementación de políticas públicas así como la debilidad institucional que ha permitido influencias políticas en temas que deben ser netamente técnicos.
Mejoramiento del proceso de Descentralización:
El proceso de descentralización ha sido equivocadamente concebido como un fin en si mismo, cuando realmente es un medio para propiciar el desarrollo descentralizado. Este proceso requiere de la profesionalización de la carrera pública que asegure que la mejor gestión regional y local asegure la planificación y ejecución correcta de los recursos públicos. La descentralización mal diseñada está causando incluso más problemas que beneficios y debe resolverse técnicamente.
El Perú tiene enormes desafíos que exigen compromiso real no solo de las autoridades actuales sino de las siguientes, así como también de los ciudadanos que aseguren el respeto de una visión estratégica de cambio sostenido que contribuya a mejorar las oportunidades de los peruanos de esta y las siguientes generaciones. Los consensos de largo plazo se vuelven hoy indispensables.