Por Stakeholders

Lectura de:

Por Hans Rothgiesser – Director adjunto de la revista Stakeholders



Solía pensar que sería una pérdida de tiempo discutir que en el Perú hay una justificada preocupación por la corrupción. Habría argumentado que el presidente renunciante PPK nunca lo entendió —sus declaraciones sobre la prisión preventiva a Keiko Fujimori lo prueban—, pero que el actual presidente Vizcarra sí lo hizo relativamente rápido. Después de todo, en cuanto optó por una posición más dura con el Congreso, el cual tiene una baja aprobación justamente por ser percibido como habitado por políticos corruptos, su popularidad comenzó a subir como espuma.

Según las encuestas de Ipsos, la aprobación de Vizcarra había estado en caída libre.  De su inicio en 57 % en abril del 2018 a 35 % en julio, que es cuando dio su mensaje a la nación con anuncios bastante valientes con respecto a su oposición al Congreso.  Este cambio de actitud, que ha sido comentado por varios columnistas en distintos medios, es lo que marca el punto de quiebre: Su aprobación comienza a subir hasta 61 % en octubre de este año. Mientras tanto, la aprobación del Congreso apenas llega a 15 % y la del Poder Judicial a 21%.

De hecho, el 40 % de los que aprueban al presidente Vizcarra lo harían específicamente porque está combatiendo la corrupción.  Es la razón más frecuente. Y eso no es todo.  El 43 % de los que no aprueban su gestión lo hace específicamente porque en su gobierno hay corrupción o porque no está luchando contra la corrupción.  Es decir, la corrupción está en el ojo de la tormenta de la política peruana.

Y aún así como ciudadanos permitimos que la corrupción esté en nuestras vidas diarias.

Desde los pequeños actos de corrupción menor que todos nosotros cometemos, como comprar películas piratas hasta pasarnos una luz ambar porque somos tan vivos, hasta la tolerancia con actos de corrupción que dejamos pasar por delante de nosotros.

En octubre Ipsos sacó su índice de propensión a la corrupción.  Ahí mostraba, por ejemplo, el 12 % de los peruanos tenemos una alta tolerancia a la corrupción. Un 39 % tenemos una tolerancia media y apenas el 49 % tenemos nada de tolerancia.  Con la historia de las últimas décadas habría pensado que este último porcentaje sería más alto.

En el 2013, otra encuesta de Ipsos reveló que un preocupante 69 % de empresas declaraba que les habían solicitado algún tipo de soborno durante el año anterior.  Además, que los procesos con mayor vulnerabilidad eran los procesos de compra del Estado (84 %) y trámites administrativos (81 %).

Hay varios estudios que muestran que una persona que incurre en actos pequeños de corrupción cuando tiene la opción, luego cuando sea autoridad o tenga acceso a recursos mayores incurrirá en actos mayores de corrupción.  En ese sentido, es fácil despotricar contra nuestras autoridades o contra las figuras que ensucian el nombre del país con sus malas prácticas. No obstante, muchos de nosotros no hacemos nuestra parte negándonos a pagar el soborno o respetando los derechos de otros.  Una cosa lleva a la otra.  Por un lado sigamos persiguiendo a los corruptos mediáticos.  Por el otro, dejemos los actos menores de corrupción.  Solo luchando por ambos lados es que vamos a conseguir avanzar.  De lo contrario, lo único que conseguiremos es reemplazar unos corruptos por otros.







Continúa con tu red social preferida

Al continuar serás un suscriptor gratuito

O continúa tu correo.

Escriba su correo electrónico con el que se suscribió para acceder

Suscríbete

Ya me suscribí.