Por Stakeholders

Lectura de:

Karina Flores
Gerente de Gestión Humana y Administración de COFIDE


Tengo dos maravillosas hijas y soy gerente en un banco. La conjunción de madre y ejecutiva. Mi condición de mujer debería ser solo un motivo de orgullo, pero todavía marca una diferencia negativa en un país como el Perú, donde si bien la lucha por la igualdad de género ha ganado terreno en la recargada agenda de debate nacional, las cifras siguen mostrando que persiste una gran brecha.

El Comité de Gerentes que integro está formado por 10 personas, de las cuales cinco son mujeres. Tener paridad nos alegra, pero no es algo generalizado en el país, menos en el sector financiero. Solo un 29% de mujeres ocupa cargos de alta dirección en el país; es decir, menos de una de cada tres personas. Y en América Latina, solo el 7% de mujeres logra ser parte de juntas directivas o directorios.

A lo largo de mi carrera profesional y de mi vida, me he enfrentado a diversas situaciones en las que el tema de la equidad de género es minimizado. He trabajado muchos años en entidades públicas donde primaba una mayoría masculina, se advertían formalismos tradicionales, y se respiraba un machismo silencioso. En espacios como estos una mujer no solo debe demostrar su capacidad profesional, sino que muchas veces debe asumir una fortaleza de carácter que valide esa capacidad. Y demostrar también que tener y criar hijos no es un sinónimo de debilidad ni puede ser excusa para ser menos productiva que los pares masculinos, más aún cuando se lideran equipos de alto rendimiento.

Las empresas, o los espacios de trabajo, son finalmente un reflejo de la sociedad. Las mujeres y madres no pedimos un trato preferencial, exigimos las mismas oportunidades y que no seamos estigmatizadas como débiles o poco productivas solo por nuestra condición de mujeres y madres. El cambio es de cada uno, pero debe empezar por los líderes. Y el discurso de los líderes, debe ser consecuente, “walk the talk”, no solo una estrategia de reputación.

Afortunadamente, vemos que el cambio está dándose, aunque aún en un ritmo lento. Nos siguen pidiendo foto en nuestros currículos, nos preguntan sutilmente sobre nuestros hijos, el tiempo que demandan, cómo se crían. Si bien se observa que algunas empresas vienen sumando a mujeres a sus directorios, todavía parece que lo hicieran solo para cumplir la cuota, más que por convicción. Ello se evidencia en que el liderazgo femenino en las empresas sigue siendo mínimo, y la presencia de nuestras mujeres en la política aún es minoritaria, pese a las cuotas que exige la ley.

En COFIDE, donde trabajo ahora, el tema de la equidad de género ha sido asumido con seriedad, y una muestra de ello es la paridad en su Comité de Gerentes, por ejemplo. Además de ocupar una gerencia, también presido el Comité de Equidad e Inclusión, el cual busca identificar las oportunidades de mejora en temas de género, y que desde su creación ha revisado las normas internas relacionadas con este tema, para garantizar un ambiente de trabajo inclusivo y equitativo. Asimismo, venimos trabajando en una política de género que estaremos comunicando próximamente.

La mayoría de empresas siguen teniendo brechas por cerrar para garantizar espacios laborales adecuados, donde la desigualdad o la exclusión no tengan posibilidad de convivir. Nosotras como mujeres y madres trabajadoras debemos liderar el cambio, promoviendo la capacitación y la participación en espacios reservados tradicionalmente para hombres, mostrando que podemos producir tanto o más que nuestros compañeros varones. Nosotras no pretendemos una ventaja, sino que nuestro trabajo sea valorado en igualdad de condiciones.

En este tema hay mucho por hacer. Y nuestro papel es importante, sobre todo como mujeres líderes.

 







Continúa con tu red social preferida

Al continuar serás un suscriptor gratuito

O continúa tu correo.

Escriba su correo electrónico con el que se suscribió para acceder

Suscríbete

Ya me suscribí.