Por Stakeholders

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Es bueno que todas las empresas, nacionales y multinacionales, hoy hablen de responsabilidad social empresaria (RSE). No hay página web en Internet o folleto …

 

  
Es bueno que todas las empresas, nacionales y multinacionales, hoy hablen de responsabilidad social empresaria (RSE). No hay página web en Internet o folleto de promoción institucional que no mencione el tema y que, de alguna manera, lo ligue a la historia de la empresa, sus principios y valores, y la misión establecida. Desde contribuir al desarrollo del país y el respeto a los derechos humanos, pasando por el cuidado del medio ambiente y la ecología, hasta la preocupación por la salud y la educación, las empresas van tomando conciencia de que no basta con que den trabajo u ofrezcan en el mercado buenos productos y servicios. Hace falta algo más y esto se define como “ser responsables socialmente”.

 

 
Así, es común escuchar que tal empresa ayuda a un comedor infantil o a una escuela de frontera, que tal otra colabora con un hospital o un museo, o que hasta los mismos gerentes de una organización colaboran en la construcción de viviendas. Sin embargo, muchas veces, los buenos propósitos enunciados en los papeles se llevan mal con las acciones reales llevadas a la práctica.

Hace poco, cuando salió al aire la sección “Bailando Kids”, del programa Show Match, que se emitía por canal 13 y conducía el señor Marcelo Tinelli, publiqué una carta en la sección lectores del diario “La Nación” , alertando sobre los efectos nocivos de la misma; hice la correspondiente denuncia en el Comfer, dado que el programa podía estar violando la ley de Radiodifusión, teniendo en cuenta la participación de menores en un programa emitido fuera del horario de protección, en el que no se hacía mención de que no era “en vivo”, así como de ir en contra de la misma Constitución Nacional, al atentar contra los postulados de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que tiene carácter constitucional (dado el ambiente donde estos realizaban su actuación y el carácter laboral de la misma); y, por último, envié mi queja a varias de las empresas que auspiciaban o publicitaban en dicho programa.

Los resultados fueron dispares. Tuve buenos comentarios y adhesiones a los planteos de mi carta de lectores por parte de ciudadanos comunes preocupados por la educación de sus hijos y los contenidos de la TV (esto contribuyó, quizá, a que comenzaran a circular quejas por Internet y, posiblemente, a la caída en el rating de “Bailando Kids”, que hizo, primero, que se redujera su salida al aire a una vez por semana y, finalmente, a que se terminara levantando el programa); el interventor del Comfer señaló, ante los medios, que estaban estudiando posibles sanciones al programa, por no cumplir con la ley de Radiodifusión, así como lo hizo, posteriormente, el ministro de Trabajo, al considerar que los niños no debían trabajar de tal forma en la televisión; además, recibí algunas tibias respuestas de algunos anunciantes, del estilo: “Lo estudiaremos, lo pasaremos a la sección correspondiente, le agradecemos su inquietud”, etc.

Como del Comfer mucho no puede esperarse en el corto plazo respecto de los contenidos de la TV (hay que tener en cuenta que su interventor declaró, públicamente, que en los 80 tuvo una radio “trucha” y que se las ingeniaba para evitar las inspecciones del organismo que hoy dirige), quisiera concentrarme en la única respuesta extensa que obtuve de un anunciante, empresa que, por cierto, es muy importante, para contribuir a despertar conciencia en dicho sector.

La empresa en cuestión, ante mi queja, me respondió que, si bien ellos publicitaban en el programa por ser este uno de los de mayor “éxito” en la TV argentina, su acción publicitaria no constituía, bajo ningún punto de vista, un apoyo a los contenidos del programa ni entrañaba responsabilidad social alguna para la empresa, ya que ellos eran completamente ajenos a las decisiones de los productores del mismo. Luego de definir la conducta de la empresa como “intachable” y avalada por una larga trayectoria, alegaban que, aunque comprendieran mis discrepancias, eso no me daba derecho a imputarles responsabilidad social alguna y me recomendaban canalizar mis críticas hacia los productores del programa o en otros ámbitos.

Lamentablemente, la empresa parecía desconocer la existencia del Código de Ética del Consejo de Autorregulación Publicitaria (la Cámara Argentina de Anunciantes adhiere al mismo), por lo que, luego de enviarles copia de dicho código, para que lo leyeran, les puse un ejemplo de pura lógica escolar, hablándoles del carácter transitivo de los hechos: si A atenta a través de un programa de TV contra los derechos de los niños y B apoya económicamente el programa que produce A, por carácter transitivo B atenta contra los derechos de los niños. Se lo leí a mi hija, que acaba de terminar el colegio, y me dijo: “Papá, es obvio”. Pero lo cierto es que lo obvio no siempre es aceptado como tal y la empresa nunca contestó a mi réplica, en donde los invitaba a preguntarse, entre otras cosas: cuál era el criterio que aplicaban al hablar de Responsabilidad Social Empresaria; decir que sólo ponían una pauta publicitaria y no tenían nada que ver con los contenidos, ¿no era lavarse las manos en el asunto? ¿Podían hablar de respeto a los derechos humanos y al medio ambiente (entre los que debía incluirse preferencialmente a los niños) porque no atentaban directamente contra ellos al no escribir el guión del programa, aun cuando generaran ingresos económicos al mismo? El fin, ¿justificaba los medios? ¿Todo consistía en actuar en función del rating, para poder vender sus productos?

Creo que este ejemplo concreto de las diferencias entre declamaciones y acciones puede invitar sanamente a la reflexión a los anunciantes y auspiciantes de la televisión. A mi modesto criterio, bastaría una cláusula en los contratos de publicidad, en donde se establecieran multas por incumplimiento de las normas y leyes de protección al menor por parte de los canales y programas donde se vuelca la pauta publicitaria, para que este tipo de desviaciones nocivas se corrigieran y la RSE, más que en una sigla bonita para algunos, se convirtiera en una misión efectiva para todos, contribuyendo al bienestar general por encima de los vacíos que deja la irresponsabilidad de funcionarios del Estado que deberían controlar los contenidos de la TV y no quieren hacerlo o no saben cómo.

Fuente:
Contenido:Boletin IARSE.
Imagen:Boletin IARSE.







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