¿Sabías que la cuarta parte del agua dulce que se necesita en la agricultura en todo el planeta es utilizada para producir alimentos que no se consumen por el desperdicio alimentario? Una cifra alarmante que lleva a pensar sobre todo en países con déficit hídrico como España.
Asimismo, se necesitan 300 millones de barriles de petróleo para facilitar la producción y el transporte de los productos que llegan a los comercios tras recorrer miles de kilómetros.
Agua y petróleo para producir alimentos
Respecto a España, una parte del petróleo es destinada al transporte debido a que el alimento que se compra en el mercado ha recorrido entre 2.500 y 4.000 kilómetros para llegar al consumidor explica el ingeniero agrónomo y doctor en Genética, José Esquinas.
«Se compra cordero de Nueva Zelanda, pipas de girasol de China, piñones a Italia o frutas de otros países europeos, productos que además del transporte y las emisiones que implica su traslado, tienen múltiples preservantes químicos que provocan daños a la salud», señaló.
Otra cifra que alarma es que, en el mundo, se utilizan 1.400 millones de hectáreas para producir alimentos que nadie consume. Esto representa 27-28 veces el tamaño de España si todo el territorio fuese fértil.
Además, de acuerdo con las Naciones Unidas, se desperdicia un tercio de la producción mundial de alimentos, equivalente a 1.300 millones de toneladas métricas al año.
Para Esquinas es fundamental optar por la producción local y estacional para promover la producción agroecológica y la reinversión del campo en el campo.
Transformar el carro de la compra
Cabe resaltar que cada persona tiene una “responsabilidad grande” para incentivar un sistema socio económico respetuoso con los derechos humanos y la tierra.
“Las personas deben optar por productos limpios desde el punto de vista ecológico, que no hayan sido producidos destruyendo el medioambiente y justos desde el punto de vista social en cuyo proceso se haya pagado salarios dignos, se haya tenido respeto por las personas, sin esclavos o niños”, señala Carlo Petrini, fundador del movimiento “Slow Food”.