Por Stakeholders

Lectura de:

Kety Jáuregui
Profesora y Coordinadora académica de los programas de Responsabilidad Social y Relaciones Comunitarias de la Escuela de Negocios de ESAN


Ante la crisis generada por el coronavirus, el panorama a corto plazo se hace difícil, los casos y fallecimientos van en aumento, y está el tremendo impacto negativo en la economía mundial, lo que incrementa la angustia en las naciones enteras.Sin embargo, en este sombrío panorama, nos damos cuenta que de la crisis pueden darnos oportunidades para mejorar como persona. Revisaba por ejemplo un documental sobre el “otro impacto” de la pandemia en Italia, y que junto con el virus hoy reinaba otra cosa en el país: la solidaridad.

Es maravilloso ver como las situaciones peores también pueden hacer surgir la creatividad, el sentido común y lo verdaderamente humano. Algo similar viene ocurriendo en nuestro país, las 10 más grandes exportadoras textiles del país fabricarán  indumentaria médica  (mascarillas, mandilones, gorros y cubre zapatos) sin costo alguno, y se entregarán a personal del Minsa. Asimismo, en el mismo sector, se vienen realizando esfuerzos de I&D para poner lo más pronto posible a disposición del mercado una mascarilla antibacterial y antiviral que sea lavable y reusable, dado el alto costo de estos implementos.

En el portal PERUSIEMPRE se viene generado un “Listado de Solidaridad» con el objetivo de hacer un recuento de las iniciativas de colaboración (alimentos, alojamientos, transportes, entre otros) de las empresas que vienen contribuyendo a la crisis. Estos comportamientos son un ejemplo del ejercicio de la Responsabilidad Social Empresarial.

Pero, también hemos escuchado y hemos sido testigos de empresas desde pequeñas hasta transnacionales que se especula con precios o con la escasez y se hace lucro con la desesperación.

Charles Handy decía que “una empresa tiene sentido si mejora la vida de las personas y no sólo piensa en obtener beneficios propios”. Como escuchaba hace unos días, este virus no es una cuestión sólo de salud, ha afectado cada ámbito del quehacer humano y de la humanidad. Handy revela en sus palabras este sentido común, a veces perdido. Peter Drucker decía al respecto “no hay empresa sana en sociedad enferma” y Porter&Kramer en esta línea afirmaban que «los negocios no pueden tener éxito en una sociedad que fracasa».

Las empresas que he señalado han reconocido esta verdad elemental y han puesto manos a la obra, muchas de ellas no desde ahora, sino que vienen actuando en esta línea ya desde muchos años atrás, para ofrecer productos y servicios de calidad a precio justo, para optimizar su cadena de valor y la relación con sus grupos de interés.

En esta crisis, adicionalmente, a los temas que estas empresas vienen trabajando quisiera rescatar la propuesta de varios académicos que el activo principal de la empresa son los trabajadores. En el actual panorama económico con casi todas las actividades paralizadas, el despido parece ser la opción más viable, a corto plazo. Recordemos que esta crisis, tarde o temprano, pasará y cuando ello ocurra requeriremos de todo nuestro capital, y ello involucra fundamentalmente al humano, para recuperarnos.

Existen opciones que el sano ejercicio de la legislación laboral nos ofrecen, como organizarnos baja la modalidad a medio tiempo, licencias por temporadas a través de convenios entre trabajador y empleador, entre otras, surgen como la evidencia de la valoración de la empresa de sus trabajadores y el reconocimiento, que la destrucción del empleo (despido) debe ser la última de las opciones, y sólo empleadas después de haber explorado todas las demás.

Esto pasa incluso por la reconversión del giro del negocio, hoy se trata de sobrevivir generando beneficios compartido y de poner en marcha la creatividad. Revisaba el caso de una pequeña empresa europea que fabricaba licores de manera artesanal y que ante la crisis ahora produce alcohol medicinal, con lo cual, no sólo está subsistiendo sino que además encontró una manera de generar valor a su entorno.

Otra acción que las empresas pueden realizar con sus trabajadores es implementar programas de mejores prácticas y hábitos personales, que propicien un cambio cultural del país, trabajando no sólo en medidas de seguridad personal, familiar y organizacional, sino que los trabajadores desarrollen un sentido de conciencia social y se vuelvan en agentes de cambio en sus familias y comunidades. Algunos temas claves pueden ser el asesorarlos en el mejor uso de sus finanzas, organización y balance de sus compras y alimentación, medidas de protección de su salud física y emocional.

Hoy el panorama aparece gris, pero sabemos que todo pasa, esta crisis también lo hará y será menos difícil si cada actor cumple su papel en la sociedad, siendo el papel del empresariado vital y vitalizador frente a esta crisis.

 







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