Por Stakeholders
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Febrero cerró con una cifra optimista, el empleo formal en Perú creció 4.8 % a nivel nacional, sumando 270 mil nuevos puestos de trabajo respecto al mismo mes del año pasado. Con esto, ya van 11 meses consecutivos de expansión. Pero antes de celebrar, vale la pena mirar un poco más allá del titular.
¿Qué significa realmente ese crecimiento?
Según el Banco Central de Reserva, el impulso viene sobre todo del sector agropecuario (103 mil nuevos empleos), servicios (79 mil) y comercio (24 mil). Sin embargo, muchos de estos puestos están concentrados en actividades de alta rotación, baja remuneración y escasa protección laboral. ¿Formal, pero precario?
Además, si bien el sector privado lidera la generación de empleo formal (+6.5 %), no hay señales claras de que este crecimiento esté acompañado por mejoras en la calidad del empleo: estabilidad, beneficios reales o perspectivas de desarrollo a largo plazo.
En paralelo, cifras del INEI muestran que Lima Metropolitana alcanzó 5.4 millones de personas ocupadas en el primer trimestre del 2025, pero aún persisten brechas:
• Las mujeres siguen representando menos del 46 % del empleo total.
• El empleo adecuado no crece al mismo ritmo que el empleo en general.
• Y muchas de las nuevas contrataciones no escapan a la temporalidad.
¿Qué pasaría si midiéramos el éxito laboral no solo por cantidad de empleos, sino por cuánto bienestar generan?
El Perú necesita más que crecimiento de cifras: necesita empleo formal que construya seguridad económica, equidad de género y oportunidades reales. La tendencia es positiva, sí. Pero el reto es más profundo: convertir ese crecimiento en transformación estructural.
