Por Stakeholders

Lectura de:

Fabiola Cáceres Paurinotto
Gerente País de Aporta

El cierre de las escuelas y la suspensión del servicio educativo presencial fue quizás una de las primeras medidas adoptadas ante el estallido de la pandemia por Covid -19 y la rápida proliferación de casos a nivel global. Mirando en retrospectiva, dicha medida resultaba comprensible al inicio de la emergencia en tanto no se tenía claridad sobre las medidas de prevención ni se contaba con vacunas ni evidencia suficiente que permitiese reabrir las escuelas en esa coyuntura. No obstante, mucho ha transcurrido desde ese entonces y, a diferencia de la etapa inicial de la pandemia, hoy tenemos la certeza que no solo es posible volver a las aulas de manera segura con protocolos informados por la evidencia, sino que sabemos, además, que volver a la presencialidad es una tarea impostergable para contener el grave efecto que la Covid-19 ha tenido en la acumulación de capital humano de las niñas, niños y jóvenes del país. 

En efecto, a la crisis económica y sanitaria se ha sumado una potencialmente más peligrosa que pone en riesgo a las siguientes generaciones y que, si no es abordada con urgencia, tendrá efectos permanentes y devastadores sobre el potencial de crecimiento y desarrollo del país. Se estima que el cierre de escuelas generaría una pérdida de ingresos futuros de USD 16,000 por estudiante a lo largo de la vida, lo que equivale a una reducción de 0.8% de la tasa anual de crecimiento económico mundial (Azevedo et al. 2020). De igual forma, se calcula que el cierre de las escuelas costará a los países una proporción importante de su PBI futuro, siendo mayores los efectos para los países de ingresos bajos y medios (Psacharopoulos et al. 2020). Asimismo, hoy sabemos que, a pesar de los esfuerzos desplegados, las pérdidas de aprendizajes son importantes y son particularmente más graves entre los estudiantes más vulnerables (UNESCO, 2021). 

Frente a dicha situación, resulta urgente y necesario un retorno seguro a las escuelas para el año escolar 2022. No obstante, el restablecimiento de la presencialidad resultará insuficiente si no somos conscientes que este debe venir acompañado de intervenciones efectivas basadas en evidencia que permitan recuperar y consolidar aprendizajes y ofrecer una atención integral a los estudiantes para su desarrollo físico, cognitivo y socioemocional.

Si bien la responsabilidad más importante recae en la política pública, existen oportunidades para apoyar y acelerar este proceso desde el sector privado. Así, por ejemplo, desde Volar*, proyecto transversal de Desarrollo Infantil Temprano y avance educativo de Breca, hemos apoyado a empresas como Minsur, TASA, Rímac y Centria para brindar apoyo a sus colaboradores y comunidades de influencia para hacer frente a los desafíos de la crianza y el apoyo educativo en el marco de la pandemia del Covid -19, con resultados alentadores y seguimos ampliando nuestro alcance para mantenernos pertinentes frente a los enormes retos que el 2022 plantea. 

La experiencia de Volar constituye un claro ejemplo de cómo desde el sector empresarial se puede contribuir de manera decidida a desafíos del país que deberían movilizarnos a todos hacia el cierre de brechas y la formación del capital humano de niñas, niños y jóvenes que son, finalmente, el futuro del país. 

(*) Para mayor información sobre Volar, puedes visitar https://www.volar.org.pe/nosotros o puedes descargar la memoria 2019-2021 aquí https://www.volar.org.pe/ memoria.pdf 







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