Por Stakeholders

Lectura de:

Otto Regalado
Profesor del MBA y de la Maestría en Marketing
de ESAN Graduate School of Business.

Recientemente, el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo destacó la participación del Perú en la 11ª Reunión Ministerial de Turismo del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC), que se celebró en la ciudad de Bangkok, Tailandia. Dentro de las iniciativas que se resaltaron estuvieron el FAE Turismo, Turismo Emprende, la entrega de sellos ‘Safe Travels’, entre otros, que tuvieron como objetivo el apoyo del sector durante la pandemia. 

También se resaltó las iniciativas de cooperación para reducir la vulnerabilidad del turismo y su impacto sobre las mypes, la promoción del turismo de reuniones, el turismo de bienestar vinculado a aguas termales, el turismo inclusivo y el turismo gastronómico. 

Sin embargo, la contracara de estos anuncios recae en el deterioro significativo de Kuélap, en Amazonas, durante los últimos años y en el riesgo de la conservación de Machu Picchu por el aumento forzado en el aforo de visitantes. Además, está el hecho que a la fecha menos del 50 % de guías oficiales de turismo han reactivado su economía por la pandemia, de acuerdo con la Federación Nacional de Guías Oficiales de Turismo. Otro aspecto negativo son las reiteradas noticias que dan cuenta de la inseguridad de nuestro país para los visitantes extranjeros. Aquí vale recordar el accidente aéreo producido en Nasca en febrero y que provocó la muerte de siete personas luego que una avioneta cayera tras despegar del aeródromo María Reiche; la caída de un huaico en Machu Picchu Pueblo que ocasionó que más de 850 turistas tuvieran que ser rescatados en enero, la desaparición de una turista belga en el valle del Colca, o el despiste de una van que provocó el fallecimiento de tres turistas colombianos en Cusco a fines de agosto. 

Estos accidentes e incidentes evidencian que este es un sector que todavía opera de forma precaria y que no puede garantizar una operación sostenible, tanto con el ambiente, con las mismas comunidades y por supuesto con los turistas. Si reflexionamos sobre lo que implica un turismo realmente sostenible encontramos que este debe basarse en: i) un actividad que minimice su impacto con el medio ambiente; ii) que permita el desarrollo de las comunidades locales; iii) que tenga un comercio justo con todos los integrantes de la cadena de valor. 

Con los operadores turísticos aún en plena recuperación, se requiere que los gobiernos locales y regionales, los gremios empresariales vinculados al sector turismo, la academia y por supuesto la misma sociedad, trabajen de la mano para desarrollar e implementar políticas y buenas prácticas de turismo que apunten a un mejor uso de recursos naturales como el agua, al uso de energías renovables (energía eólica o solar), al correcto manejo de desechos, a la masificación del reciclaje, a la preservación de la calidad del aire, a una mayor integración de las economías locales en los circuitos turísticos, así como a una mejora en la calidad de todos los servicios que se ofrecen, tanto en materia de alojamiento, alimentación, traslados, seguridad, recreación, etc. 

Como reflexión final, se tiene que considerar que el sector turismo fue uno de los más afectados por la pandemia y su reactivación está aún en proceso. Si bien existe un creciente número de noticias desfavorables para la imagen de la marca Perú, lejos de ocultarlas, lo que debe hacerse es un minucioso trabajo de prevención y de mejora continua, que permita asegurar una adecuada prestación de servicios turísticos, ya sean de alojamiento, gastronomía, aventura, recreación, entre otros, siempre bajo un enfoque de sostenibilidad. 







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