Por Stakeholders

Lectura de:

Juan Francisco Castro
Decano de la Facultad de Economía y Finanzas e
Investigador Principal de la UP

El 28 de marzo se cumple el plazo para que los colegios inicien clases. A diferencia del año anterior, esta vez se priorizarán las clases presenciales, según una última resolución del Ministerio de Educación. La pregunta que uno se hace cuando piensa en la vuelta a clases es ¿estamos listos? Y la respuesta siempre se refiere a la forma de mitigar los riesgos de contagio mediante el uso de mascarillas, protocolos de bioseguridad, aforos limitados y una adecuada infraestructura. Sin embargo, esto no es suficiente para el gran reto educativo que se nos viene. 

Los colegios deberían ser siempre un espacio seguro de aprendizaje y no solo un espacio seguro en términos de salud. Para que haya aprendizaje, tanto los conceptos como la complejidad de los contenidos tratados deben estar alineados con las competencias de los estudiantes en cada grado. Es decir, si los contenidos son muy sencillos, no se generará aprendizaje alguno (es probable que los entiendan, pero no se aprenderá nada nuevo); y si son demasiado complejos, tampoco lograremos el objetivo de aprendizaje. Esta idea se encuentra en varias teorías de aprendizaje (como la teoría de la carga cognitiva) y cuenta con respaldo en la evidencia empírica. 

¿Cómo se relaciona esto con el retorno a las clases presenciales? Durante la pandemia, el servicio educativo ha estado suspendido para muchos de nuestros niños y, cuando se ha dado, ha sido de manera parcial. Por lo mismo, durante la pandemia, estos niños no han podido desarrollar las competencias esperadas para su nivel. Imaginemos un alumno que pasa a 5to grado, es más que probable que no haya alcanzado todos los conocimientos y competencias de 4to grado, y esto puede limitar seriamente su aprendizaje al retornar a clases presenciales. 

¿Qué podemos hacer entonces? Es importante que se puedan ajustar los contenidos y conceptos a ser desarrollados en clase a un nivel de competencia menor al correspondiente al grado que inician nuestros estudiantes. Para esto, los maestros juegan un rol crucial porque son ellos los que deben evaluar el nivel de conocimientos y las competencias de sus estudiantes y ajustar los contenidos a enseñar de acuerdo al resultado de esa evaluación. Para esto se necesita tiempo, flexibilidad y herramientas pedagógicas.  

Nuestros docentes necesitan contar con la autonomía suficiente para ajustar los contenidos que van a enseñar. También necesitan herramientas para conocer la situación académica de sus estudiantes y adaptar las experiencias de aprendizaje a esta situación. Una manera de dotar a los docentes de estas herramientas y atender las características específicas de cada contexto es mediante el coaching. 

Al respecto, contamos con una experiencia muy positiva para docentes en el ámbito rural: el Programa de Acompañamiento Pedagógico Multigrado. A través de este programa, docentes capacitados y experimentados visitaban las escuelas rurales apoyando a otros docentes para que mejoren sus prácticas pedagógicas. Esta es una alternativa que vale la pena poner en marcha para que el retorno a clases sea seguro no solo en términos de salud, sino también de aprendizajes.







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