Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders

El profesor de neurociencia J. John Mann llegó a ser vicepresidente del departamento de siquiatría de la Universidad de Columbia, entre otros reconocimientos a la investigación científica en ese campo. Él cuenta la historia de sus padres, judíos en Polonia durante la ocupación alemana, para llegar a la conclusión de que no se debe generalizar, pues hay rastros de amabilidad en todas las personas. Por ejemplo, cuando su madre estaba tratando de movilizarse por tren, un soldado nazi en una estación le pidió específicamente a ella sus papeles, sospechando que era una judía que debía ser trasladada a un gheto. Ella fingió buscarlos en su cartera para ganar tiempo, cuando de pronto un trabajador del ferrocarril la jaló del brazo fingiendo que trabajaba para él en la estación y llamándole la atención por no estar en su puesto. El soldado no dijo nada más. Ese trabajador polaco no tenía por qué arriesgar su vida por ella, pero lo hizo de todas maneras. Una serie de actos de bondad como ese de distintos polacos permitió a ambos padres sobrevivir la ocupación y eventualmente emigrar a Melbourne. 

La amabilidad entre personas es lo mínimo que se puede pedir de un ser humano. Si ves que van a matar a una mujer joven si es que no haces nada, lo mínimo que se espera de ti es que te actives. Esto lo vemos todo el tiempo en todos lados. Los peruanos, de hecho, somos en extremo proactivos al respecto. ¿Cuántas veces nos hemos movilizado para ayudar a hermanos que están siendo víctimas de climas imbatibles? Cualquiera de nosotros que haya sido voluntario en esas ocasiones para canalizar donaciones puede constatarlo. Los peruanos en general somos muy comprometidos. Que haya unos cuantos que lo echen todo a perder por preocuparse solo por sus intereses es otro asunto. 

Pues bien, así como la amabilidad es lo mínimo que le podemos pedir a una persona, a las empresas lo mínimo que le podemos pedir es que se preocupen por tener la menor huella de carbono posible. No les estamos pidiendo que financien partidos políticos que se enfrenten a las ideologías anacrónicas que ponen en peligro el modelo económico. No, ya sabemos que no van a hacer eso. Sería exponerse a mala prensa luego y ya sabemos que ustedes le tienen horror a eso. Además, sus políticas de relaciones públicas básicamente lo prohíben. Así que no, ya sabemos que seguiremos a la deriva luchando en desventaja contra partidos que sí reciben cantidades obscenas de dinero por debajo del río de orígenes dudables. 

Tampoco les estamos pidiendo que financien think tanks o centros de investigación para levantar más información y difundirla en los medios que insistan en la necesidad de mantener el criterio técnico en las decisiones que se toman en el ejecutivo y en el legislativo. La era de la intervención proactiva de estos centros de investigación en la opinión pública ya pasó, todos lo sabemos. Las pocas iniciativas que quedan dando la lucha en la arena política reciben migajas de ustedes y todos sabemos que no se van a arriesgar a apoyar a ninguna, justamente por temor a que luego eso cause un escándalo mediático que sus asesores no van a saber manejar. Así que no se preocupen. Todos sabemos que esa trinchera seguirá abandonada también, luchando con las pocas balas que puedan conseguir de medios en el extranjero, batallando contra un enemigo que sí recibe ayuda significativa de distintas procedencias. 

No esperamos nada de eso de ustedes. La nueva normalidad implica que las empresas le tengan miedo hasta a su sombra y que busquen intervenir siempre por lo bajo, sin chocar con nadie, con horror a todo. Lo cual, como podemos constatar todos los días, no es suficiente. Pero por lo menos reduzcan su huella de carbono, pues. Es lo mínimo que les podemos pedir.







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