Por Stakeholders

Lectura de:

Jack Zilberman
Decano de la Facultad de Negocios de la UPC

En tiempos de incertidumbre y de crisis en todos los ámbitos (sociales, políticos, económicos, institucionales, medio ambientales) resulta imprescindible que, la sociedad, los jóvenes y la academia recuperen la confianza en las empresas y que, los componentes fundamentales de una economía social del mercado como la apertura comercial, la inversión y el empleo sean las llaves para reducir la pobreza, elevar los ingresos y mejorar la calidad de vida de todos los peruanos. 

El Capitalismo Consciente, a través de sus cuatro principios, es el llamado a ocupar este necesario espacio para poder cambiar paradigmas en la forma de entender los negocios, para convertirse en el medio para servir, resolver problemas y necesidades, incluir a todos los grupos de interés, generando valor para todos ellos, con un propósito elevado.

 Y es que todo líder resulta imprescindible para transformar la realidad de las organizaciones, y no cabe duda de que su calidad impacta en el desempeño de nuestras instituciones. Un líder consciente contribuye de diferentes maneras, desde las más pequeñas hasta las evidentemente significativas a hacer del mundo un mejor lugar para vivir. Recordemos además que todo líder empresarial, ante todo, es un ciudadano. El liderazgo consciente es probablemente el elemento más importante en la filosofía del capitalismo consciente. Sin este, la mejor iniciativa empresarial puede verse destruida irremediablemente. El líder debe estar al servicio del equipo y no el equipo al servicio del líder. 

La cultura es una fuerza invisible pero poderosa; es en esencia la amalgama de la sociedad. Las culturas conscientes se adhieren a un propósito elevado en busca de armonía entre los diferentes stakeholders. Una cultura fuerte se traduce en el motor que sostiene su ventaja competitiva incluso en tiempos de incertidumbre y adversidad. Una cultura debe estar orientada a las personas y a los valores colaborativos frente a los competitivos. Entre los principales atributos que caracterizan a una cultura consciente están la confianza, la transparencia, la integridad y la responsabilidad. 

Trabajar con un fin en la mente, un propósito, hace la diferencia en el día a día y a largo plazo. Las empresas que han subsistido y trascendido no lo han hecho solamente en mérito a sus indicadores de desempeño o rentabilidad, divorciados de su contribución a la sociedad en la que operan. Muy por el contrario, y como los principios del capitalismo consciente formulan, estas instituciones han logrado converger sus objetivos de negocio con otros que persiguen altos ideales y que encajan con varios grupos de interés. Las utilidades deben ser el principal medio para alcanzar el objetivo organizacional.

¿Cómo puede contribuir la academia con estos cuatro principios? No existe una única respuesta, pero podemos formular tres rutas, iniciales, que consideramos prioritarias en la formación de nuestros alumnos. Primero, el énfasis en las herramientas para la toma de decisiones y la formación en habilidades blandas; aquellas que hacen la diferencia cuando se trata de las disyuntivas que trascienden las fronteras entre el negocio y la sostenibilidad o la vida. 

Segundo, una formación humanista orientada a cultivar y desarrollar en los futuros profesionales este modo de conducirse en su interacción con otros agentes de nuestra sociedad. Y tercero, los alumnos deben estudiar no solamente para convertirse en hombres y mujeres de bien y llevar a cabo las funciones que las empresas donde laboran les asignen; lo deben hacer también porque tienen un objetivo ulterior: transformar las organizaciones, haciendo de los resultados de gestión vehículos para el desarrollo sostenible de nuestro país y del mundo.







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