Jorge Melo Vega Castro
Presidente de Responde
Conocemos muy poco sobre la problemática de la migración, salvo cuando vemos las imágenes de miles de personas procedentes, sobre todo, de Centroamérica y el propio México en la frontera de los Estados Unidos, tratando de ingresar a territorio estadounidense en condiciones infrahumanas. También vemos embarcaciones que naufragan en el mediterráneo de quienes intentan ingresar a Europa, provenientes del África o Asia.
El Perú también es un país con alto impacto en su situación migratoria. Han emigrado, de acuerdo con el INEI, algo más del 10% de nuestros connacionales, que es una ratio muy elevada para un país de nuestro nivel de desarrollo. Se han ido, sobre todo, a Estados Unidos, España, Argentina y Chile, en ese orden. La mayor concentración de peruanos migrantes radica en Buenos Aires y en Santiago de Chile, ciudades en las que en cada una hay más de 300,000.
¿Y quiénes se han ido? Sobre todo, aquellos que no han podido encontrar trabajo de acuerdo con sus expectativas u oportunidades para salir adelante en nuestro país. Jóvenes con una edad mayoritariamente entre 20 y 39 años, período en que los primeros empleos son difíciles de conseguir en nuestro medio. Luego estos migrantes, una vez que empiezan a salir adelante, se convierten en importantes emisores de remesas para el Perú. Al respecto, el último registro que se tiene del año 2021 es de 3,600 millones de dólares.
El perfil del migrante tiene una característica que los hace especiales. Son personas que realizan un esfuerzo mayor para trabajar o emprender respecto al que haría cualquier nacional en su propio país, ya que está en un entorno que le es ajeno, realizando tareas muy duras que quizás no haría en su lugar de origen; y de otro lado, es una persona que ahorra para enviar dinero a su familia. Migrante y remesas son las dos caras de una misma moneda.
Pero, así como más de 3.4 millones de peruanos emigraron, también hay ciudadanos de otros países cuya situación es peor que la nuestra y han llegado a nuestras fronteras muchas veces en forma de peregrinación en grupos humanos numerosos. Es el caso de los venezolanos que huyeron de la extrema pobreza y violencia que había en su país, con la esperanza de encontrar mejores oportunidades, repitiendo así el proceso que tiempo atrás siguieron muchos peruanos para emigrar.
Estos nuevos residentes traen consigo la cultura y fortaleza del migrante: mayor esfuerzo en un país que no es el suyo, ahorrando para la remesa y compitiendo con los trabajadores locales. En el caso de los venezolanos, esa migrante cuenta con una mejor formación escolar y técnica respecto a los ciudadanos peruanos y el mercado laboral así lo reconoce. De acuerdo con el INEI, hay cerca de 1.2 millones de venezolanos en nuestro país. Ese colectivo es equivalente, en población, al puesto 10 entre las principales regiones del Perú, incluida Lima. Hay más venezolanos que el número de habitantes en Loreto, Ica, San Martín y las otras 11 regiones. Pero el gran error, a diferencia de otros países, es que en Perú no hemos sabido tener una adecuada política migratoria, de ayuda mutua, y así beneficiarnos de las oportunidades que nos trajo ese talento profesional y su mayor disposición para tareas complejas en la salud y educación.
Actividades en las que podrían ayudar a mejorar, por ejemplo, la precaria formación de nuestros maestros y también tareas calificadas en las diferentes regiones del país. Esa oportunidad sí la supieron aprovechar países vecinos, sacando ventaja a todo ese talento del que se es deficitario.