Por Stakeholders

Lectura de:

Rubén Guevera
Director de Programas Doctorales
y director del Centro de Estudios
Empresariales de Centrum PUCP

Los países más industrializados, tales como Alemania, Estados Unidos e Inglaterra, son desde hace varias centurias grandes contaminadores y depredadores del medio ambiente. En Alemania, en la antigua Prusia, a inicios de los años 1700 la demanda de madera para energía y producción de carbón vegetal para la minería era tan grande que los bosques estaban desapareciendo aceleradamente. Pero, en uno de los pocos casos de éxito, el prusiano Hans Carl von Carlowitz “inventó” la sostenibilidad: la idea de manejar los bosques de forma responsable, reemplazando los árboles cortados por árboles nuevos para generar un ciclo eterno de utilización de productos derivados de la madera. 

En el siglo IX y hasta la mitad del siglo XX, Inglaterra y los Estados Unidos produjeron grandes volúmenes de contaminantes del aire, de la tierra y del agua gracias a la Revolución Industrial. En Londres, en los años 1950, el río Támesis estaba tan contaminado que fue declarado “biológicamente muerto”: sus aguas eran negras y pestilentes. Por otro lado, la contaminación del aire entre los años 1850 y 1950 era 50 veces mayor que los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud, debido al consumo de carbón mineral en la generación de energía. En ese siglo el aire contenía tanto hollín que los edificios y la corteza de los árboles se volvieron negros. 

Esta tendencia contaminadora y depredadora del medio ambiente se extendió a muchos otros países alrededor del mundo, en la medida en que iban desarrollándose. Esto causó que la presión del desarrollo industrial y agrícola en los recursos naturales se volviera tan grande que en los años 1950 surgió el movimiento ambiental. Hoy en día, entre los países más contaminados del mundo están Bangladés, Pakistán, China, India, Nigeria y Egipto. Además, entre los países con la más alta tasa de deforestación del mundo están Brasil, India, Indonesia y Australia. Pero la amenaza mayor de índole global, generada por el consumo creciente de combustibles fósiles, es el cambio climático. Los cambios que tal fenómeno está causando al planeta y a la vida que este alberga, son cada día de mayor magnitud y a tasas más altas. El Panel Intergubernamental del Cambio Climático estimó en su Informe 2023 que la temperatura promedio está llegando al punto de no retorno: será muy difícil y hasta imposible revertir los daños incrementales generados por los gases de efecto invernadero, una amenaza cada vez mayor para el mantenimiento de la vida en el planeta. 

Pero este ataque contaminante y permanente del planeta, en el aire, el agua y el suelo, al igual que la depredación de los recursos naturales que viene sufriendo el planeta Tierra desde hace más de 300 años, se ha extendido a la última frontera imaginable: el espacio. Los desechos espaciales, también conocidos como basura espacial o desechos orbitales, son objetos creados por el ser humano que ya no funcionan y que orbitan la Tierra. Estos objetos incluyen etapas de cohetes gastados, satélites obsoletos, fragmentos de colisiones de satélites y otros desechos generados por las actividades espaciales humanas. Esos desechos plantean una preocupación creciente, ya que presentan riesgos para los satélites operativos y las naves espaciales y pueden causar colisiones y generar más desechos, en un efecto en cascada conocido como el “síndrome de Kessler”. 

Los países más contaminantes del espacio son Estados Unidos, Rusia y China. Pero hoy en día son empresas privadas las que más actividad espacial tienen, instalando redes de satélites que permiten la tecnología 5G, crucial para las telecomunicaciones, incluyendo el uso de la Inteligencia Artificial, la Internet de las Cosas y la meta data. A pesar de los intentos de agencias internacionales, agencias espaciales nacionales y de los operadores de satélites para resolver el problema, las directrices existentes son voluntarias y muy pocos países las están usando, por lo que no existe ningún efecto loable. Es decir, el ataque al planeta Tierra por la contaminación del aire, el agua, la tierra y ahora el espacio es la principal amenaza para las presentes y las futuras generaciones.







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