Por Stakeholders

Lectura de:

Jorge Melo Vega
Presidente de Responde

Se ha hecho público en las últimas semanas determinadas prácticas de greenwashing por parte de grandes bancos que tienen una importante trayectoria y alta reputación y que han sido sancionados o están siendo investigados por la Security Exchange Commission (SEC), que es el organismo regulador del mercado de valores de los Estados Unidos. 

Han sido abordados en primera instancia el DWS -la gestora de fondos del Deutsche Bank de Alemania-, Bank of New York Mellon y de Goldman Sachs. Se trata de hechos de importancia para el mundo ESG, ya que el uso del greenwashing ya no se limitan al abuso marketero de exagerar las buenas prácticas ambientales, sino que abarcan a toda la gestión social, ambiental y de gobernanza. 

La madurez que vienen alcanzando estas intervenciones se refieren a que algunos productos o fondos no cumplen con los requisitos ambientales, sociales y de gobernanza que se ofrecen en “envolturas atractivas” a los inversionistas y se le está exigiendo a este mercado, más bien, que se desvelen los estándares que se están aplicando para calificar un fondo como ESG. 

Uno de los aspectos más sensibles es que las calificaciones ESG adolecen aún de falta de regulación y poca información sobre las metodologías que emplean los distintos ratings. Sigue faltando transparencia en la metodología y falta de confianza en la recopilación de la información en la que se basan los proveedores de calificaciones.

La European Security and Markets Authority -ESMA-, el regulador europeo, intenta este año ir más allá que la SEC y pretende realizar una supervisión continua sobre cómo los factores ESG se van incorporando por las distintas proveedoras de calificaciones. También dará prioridad al impulso del reporte de sostenibilidad y a mejorar la confianza en el desarrollo de índices y la competencia en los ratings ESG. 

Sabemos que la actuación frente al cambio climático es el principal movilizador de todo este modelo, pero lo que ha encontrado el regulador europeo en su vigilancia ante el greenwashing es que muchas empresas, en vez de mitigar la emisión de dióxido de carbono realizando precisamente los procesos de innovación y transformación, registran avances mediante compensación y la compra de certificados de energía limpia que les permiten afirmar que están utilizando energía no contaminante. 

Estos certificados han sido una forma atractiva para no contratar energías limpias o instalar parques solares. De allí que la iniciativa Science Based Targets (SBTi), para el establecimiento de objetivos climáticos corporativos, puede ser útil para descubrir prácticas de greenwashing. Esta asociación, que hemos mencionado en un artículo anterior, ya está apoyando cerca de 1,500 empresas a establecer objetivos alineados con criterios científicos en su ruta Net Zero. 

Hemos insistido varias veces que la gestión ESG aborda la sostenibilidad de manera diferente, estimulada por los inversionistas y priorizando un nuevo estilo de gobernanza que pone mucha presión en los indicadores de cambio climático y los socioambientales. Y esto no es un modelo teórico o propio de realidades lejanas, también ocurre en nuestro medio donde operan diversos fondos de inversión que han ingresado en el capital social de muchas empresas medianas y grandes muy conocidas y que antes eran familiares. 

Hemos recibido consultas de algunos fondos para realizar análisis de riesgo ESG en las empresas en las que invierten, pero también hemos recibido solicitudes de las mismas empresas para realizar ese análisis a petición de los fondos de inversión. Esto es, que hay un extremado celo porque la información socio ambiental que reportan las empresas, no estén contagiadas con greenwashing. 







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