Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders

Luis Von Ahn es un innovador y todos nosotros estamos bastante familiarizados con algunos de sus inventos. Por ejemplo, él está registrado como el responsable del Captcha, esa pregunta que a veces te hace una página web para asegurarse de que no eres un bot. O una foto a la que le debes hacer click. Esos segundos que pierdes por este mecanismo de seguridad es culpa de Von Ahn. Pero si eres demasiado joven para saber de lo que hablo, quizás hayas oído hablar de otro de sus emprendimientos: Duolingo. 

Von Ahn es un idealista, además de una persona brillante. Pero como todo innovador, tiene que cometer algunos errores y fallar algunas veces para poder aprender a serlo. Pues bien, en algún momento tuvo su atención puesta en energías renovables. A la corta edad de ocho ya había recibido de regalo una computadora Commodore 64, con la que comenzó a experimentar. A los doce años diseñó una propuesta para generar energía aprovechando un esfuerzo que ya se estaba haciendo y se estaba desperdiciando: hacer ejercicio en el gimnasio. Al mismo tiempo se fomentaba hacer más ejercicio y se hacía que la tarifa sea gratis para pertenecer a un gimnasio. 

El problema estaba claro. Por un lado, el mundo necesita más fuentes de energías renovables, dado que los recursos como el carbón, el petróleo o el gas se van a acabar pronto si los seguimos consumiendo a la velocidad a la que venimos haciéndolo. Por otro lado, la gente necesita hacer ejercicio para mantenerse sana y evitar problemas luego. Tercero, la opción muchos prefieren para hacer ejercicio es el gimnasio, en donde se hacen rutinas repetitivas produce energía que nadie aprovecha y se pierde. Cuarto, mucha gente querría ir al gimnasio, pero no lo hace porque su presupuesto no se lo permite. 

La tecnología para que bicicletas estacionarias y otras máquinas de gimnasio generen electricidad ya existía, así que la solución pasaba por adaptarla. Von Ahn descubrió que no era tan difícil. Luego buscó la manera de conectar la energía que se generara a la alimentación de electricidad de la ciudad, por la cual cobraría. La publicidad anunciaría que los afiliados al gimnasio no tendrían que pagar mensualidad. Solo tenían que asegurar una mínima carga de generación de electricidad. La gente hacía ejercicio, no pagaba por ello, se creaba una nueva fuente de energía renovable. La solución perfecta a varios problemas en simultáneo. 

Si bien Von Ahn se consideraba muy astuto por haber diseñado esta solución y si bien luego Von Ahn pasaría a la historia por solucionar otros problemas tecnológicos, la horrible realidad es que esta idea del gimnasio que genera energías renovables fue un fracaso absoluto. Como él mismo explica en presentaciones, resultó -y esto no debería hacer falta explicárselo a un ingeniero- que los seres humanos no tienen la capacidad para generar suficiente energía, de tal manera que sea significativo. El dinero que habría entrado por la venta de la electricidad no habría cubierto los costos. Ni modo. Cerró ese capítulo y se enfocó en el siguiente proyecto. 

Desde entonces, Von Ahn ha lanzado juegos de computadora que solucionan problemas a ingenieros de sistemas sin que los jugadores se den cuenta, ha ascendido en el mundo de la academia, pensó en cómo sacarle el jugo al Captcha alterándolo para que sirva para confirmar palabras en escaneos de libros, etc. Todas las cosas maravillosas que Von Ahn habría dejado de hacer, si tan solo hubiese tenido la palanca política para forzar al gobierno a mantener con subsidios y bonos un gimnasio que no era rentable y no era una verdadera solución a los problemas que le preocupaban.







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