Sandor Lukacs de Pereny
Profesor del MBA y de los Programas
en Sostenibilidad de ESAN Graduate
School of Business
El concepto de biodiversidad se refiere a la variedad animal y vegetal viva de la Tierra, incluidos todos los organismos vivos, sus interacciones entre sí y el entorno que habitan. En otras palabras, implica la interdependencia entre los componentes bióticos y abióticos que conforman los distintos ecosistemas del globo terráqueo. No obstante, gran parte de la riqueza genética y ecosistémica global está distribuida en 24 países del mundo llamados “megadiversos.”
Justamente, los 24 países megadiversos son aquellos que poseen los mayores niveles de biodiversidad y endemismo; en simple, estos concentran más del 70% de la totalidad de las especies del mundo. Hablamos de Australia, Brasil, China, Colombia, Congo, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, India, Indonesia, Madagascar, Malasia, México, Papúa Nueva Guinea, Perú, Sudáfrica, Tailandia, Vietnam, Venezuela, Ecuador, Irán y Tanzania. Estos países poseen una rica variedad de especies vegetales y animales.
De océanos, capital genético y servicios ecosistémicos
Los océanos, lagos y ríos son un componente esencial de la biodiversidad mundial, ya que contienen una gran variedad de especies, como peces, anfibios, ballenas, delfines, tiburones, arrecifes de coral, plantas marinas, entre otros. Estos últimos desempeñan un papel crucial en la regulación del clima de la Tierra, puesto que absorben dióxido de carbono y proporcionan una serie de servicios ecosistémicos.
Por otro lado, los recursos genéticos, incluido el material genético vegetal y animal, han sido y continúan siendo esenciales para el desarrollo de nuevos medicamentos, especies de cultivos y productos industriales. Por ende, la conservación de dichos recursos genéticos es fundamental no solo para la recuperación ecosistémica cíclica, sino para nuestro propio desarrollo y subsistencia como especie.
Amenazas para la biodiversidad
Dentro de las actividades humanas más lesivas, encontramos la deforestación. Al respecto, se estima que cada año se pierden 10 millones de hectáreas de bosque en todo el mundo. Esta progresiva pérdida de bosques y otros hábitats provoca la destrucción de ecosistemas y el consecuente desplazamiento o extinción de especies vegetales y animales. De igual manera, el flagelo del tráfico ilegal de especies silvestres es otra gran amenaza para la biodiversidad. Se estima que cada año se trafican millones de animales y plantas ya sea como alimentos, medicinas o como mascotas. Otro lastre es la contaminación de residuos sólidos, líquidos y gaseosos. Principalmente, nos referimos a los vertidos de petróleo, residuos plásticos y contaminación química que dañan los ecosistemas marinos y terrestres. También, la agricultura industrial y el excesivo uso de pesticidas y fertilizantes representan amenazas significativas, materializados en impactos negativos sobre la salud del suelo, la calidad del agua y la biodiversidad en general.
Estrategias de conservación de la biodiversidad
Las estrategias de conservación son clave para proteger y conservar la biodiversidad. Dentro de esta categoría tenemos la designación de zonas protegidas, incluidos los parques nacionales y las reservas de vida salvaje. Estos espacios proporcionan un hábitat crítico para las especies amenazadas a la par que ayudan a mantener el equilibrio ecológico. Asimismo, las prácticas de uso sostenible de la tierra, como la agrosilvicultura y la agricultura sostenible, robustecen la conservación de la biodiversidad, al mismo tiempo que generan beneficios económicos a las comunidades locales. De igual manera, herramientas derivadas de la cooperación y los acuerdos internacionales, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica, brindan un marco de actuación mundial para la conservación de la biodiversidad. No obstante, el reto es garantizar que tanto las políticas de conservación, como el respeto a las áreas de conservación y amortiguamiento, sean efectivos.