Por Stakeholders

Lectura de:

Baltazar Caravedo Molinari
Profesor de la Pontificia Universidad
Católica del Perú

Todo sistema humano está conformado por sujetos (individuales y/o colectivos) vinculados y en proceso de vinculación, que comparten (transmiten y reciben) mensajes. En la dinámica de vinculación se formulan y emiten mensajes; se conversa, se reciben y emiten apreciaciones, y, se actúa. Los textos y los actos contienen energía social presentada con diferentes manifestaciones que son captadas por nuestros sentidos y procesadas por nuestro cerebro en el contexto de mentes con paradigmas culturalmente estructuradas, aunque, siempre, en proceso de modificación y adaptación. Cuando nos entusiasmamos por un mensaje o lo despreciamos no solo es porque nuestra estructura mental lo ha aceptado o lo ha bloqueado emocionalmente, o porque va o no con lo que sentimos, sino que el sentido implica flujos de energía (mensajes) de signos contrarios en las personas y las organizaciones, algunos de los cuales tendrán predominio durante un tiempo. Lo que se produce en ese lapso es un balance energético entre los flujos; y predominará uno, pero, no desaparecerá el otro. La contradicción se mantiene, lo que se modifica es el balance energético. Para la transformación se requiere asegurar la predominancia de la cohesión para evitar que se asiente la repulsión y el colapso.

Los vínculos entre los sujetos se hacen posible gracias a las vías de conexión o comunicación que desarrollan. A mayor variedad e intensidad circulará mayor cantidad y velocidad de energía contenida en los mensajes y actos que se registran. La intensidad de la conexión variará no solo con la innovación tecnológica sino, asimismo, con la modificación de los paradigmas afectivos y racionales predominantes en nuestras mentes.

La tensión permanente entre una energía cohesionadora y otra de repulsión (que le resta fortaleza a los vínculos, que desordena y degrada la dinámica del sistema) es lo que caracteriza la vida y los vínculos en los sistemas sociales. Por lo mismo, la continuidad no dependerá únicamente de la cantidad de energía sino del balance entre ambos tipos de energía. La sostenibilidad estará en función de ese balance. 

La energía y las tensiones desplegadas en el intercambio entre los distintos sujetos del sistema humano se manifiestan en varias dimensiones. Cada una de estas adopta lógicas que, si bien las mantiene en planos diferentes, se conectan y comparten energía. 

Un sistema vivo tiene un patrón de reproducción que se reformula al modificarse el contexto y el entorno, originando variaciones en la vinculación entre los componentes del sistema. En el sistema humano el lenguaje (que no solo alude a lo verbal, sino que hace referencia a manifestaciones comunicativas de toda índole) es el gran conector de las prácticas humanas: es el portador de las energías potenciales que luego se plasman en energía activa, en acciones prácticas y rutinarias. 

Los mensajes que anuncian las prácticas y el lenguaje, y que son captadas por las personas discurren en dos planos: uno consciente y otro inconsciente. La capacidad limitada de la consciencia humana toma algunos mensajes; otros son captados, incorporados y elaborados directamente en el plano inconsciente. Se podría decir que hay una suerte de genética en los sistemas, o, mejor, un algoritmo en las dimensiones, subsistemas y sistemas que perturba la rutina y modifica la genética social, es decir, el patrón reproductivo del sistema, permitiendo la emergencia de conflictos sociales y redefiniciones estructurales que inicialmente pueden no ser visibilizadas; y, por ello, tampoco apreciadas, valoradas y estimadas adecuadamente. 







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