Por Stakeholders

Lectura de:

Baltazar Caravedo
Docente de la Pontificia Universidad
Católica del Perú

En el curso de los últimos dos meses hemos asistido a una dinámica social y política que muestra el entrampe en el que se encuentra el Perú. De un lado, la clase política ha perdido la confianza de la población. No solo es percibida como incompetente, sino, también, alejada de los intereses de los más vulnerables, centrada en sus propios apetitos de poder, y propensa a la corrupción. De otro lado, existe la creencia de que la redacción de una nueva Constitución es la ruta que se necesita para salir de la crisis política, social y económica en la que estamos, como si una nueva Carta Magna pudiera resolver los problemas del aquí y el ahora casi inmediatamente. En tercer lugar, se considera que para deshacernos de la actual clase política se necesita convocar a nuevas elecciones para que un nuevo sector ciudadano lo asuma con honradez, estrategia consistente y compromiso por el bienestar común. 

Pero la identidad de los peruanos se encuentra atravesada por el impulso a la trasgresión, el desprecio por la racionalidad de los otros, y la omnipotencia del sentir que solo es necesario ser más vivo para resolver los problemas de nuestra sociedad. No existe humildad para escuchar y aprender, disposición a dialogar, reconocer a los demás en su sapiencia y dignidad. Todos los demás tienen un adjetivo que los rebaja, los descalifica. Deshacerse de la desconfianza, de nuestros apetitos, de la corrupción, del falso pensamiento que todo se puede transformar en un instante, y la intolerancia que subyace en cada acto no es fácil; son los grandes obstáculos que enfrentamos. Cualquier grupo ciudadano que elijamos adolecerá de lo mismo. Todos nos necesitamos para vigilar el proceso de nuestra propia transformación. Pero ello implica confiar, y volvemos a la razón del entrampe. 

La realidad es infinita, y hay muchísimas formas de verla y conocerla. Todas son posibles. No hay una única forma. Cuando uno siente la exclusividad del conocimiento, no puede construir comunidad porque necesita imponerla. Si todos y cada uno de los grupos y organizaciones políticas consideran que la “verdadera” vía posible es la suya, la confrontación es inevitable. La transformación es un proceso que incorpora la diversidad para asegurar su adaptabilidad. Sin transformación no hay sostenibilidad. Pero, tampoco, sin afecto y empatía. 

Nuestra sociedad, no solo la peruana, se está transformando, más allá de lo que seguramente imaginamos. La inteligencia artificial ha ingresado a casi todos los campos y dimensiones. Para algunos, es la oportunidad del desarrollo; o, más aún, el desarrollo mismo. Nuestra condición humana es empática, racional, afectiva. No somos solo seres racionales. Construir una sociedad nueva implica alterar los patrones de vinculación que tenemos, potenciar nuestra creatividad, y atenuar lo más posible nuestra destructividad. 

Creo que es fundamental vernos con otra mirada, esto es, mirarnos con otros ojos, actuar con atención a los demás, sentir que todos somos necesarios. Si la fragmentación y la intolerancia persisten; si no subordinamos nuestros apetitos de poder, si no acogemos a todos nuestros compatriotas (y a los ciudadanos del mundo), si no extendemos nuestras manos para ayudar a quienes la necesitan, no hay salida. Esto quiere decir, si no transformamos nuestros afectos, no hay dignidad posible porque nos miraremos como enemigos. Tampoco habrá sostenibilidad, y nos enrumbaremos a la extinción.







Continúa con tu red social preferida

Al continuar serás un suscriptor gratuito

O continúa tu correo.

Escriba su correo electrónico con el que se suscribió para acceder

Suscríbete

Ya me suscribí.