Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo de Stakeholders
Técnicamente Mork no era marciano, porque venía del planeta Ork, pero en la serie Mork & Mindy que lanzó a la fama al comediante Robin Williams otros personajes se referían a él como marciano. Además, cuando apareció por primera vez en la exitosa serie Happy days (Días Felices) en 1978 fue como parodia de otra serie exitosa anterior, My favorite martian (Mi marciano favorito). El capítulo en el que Mork aparece fue tan bien recibido, que el productor Garry Marshall decidió darle una oportunidad al entonces desconocido Williams a tener su propia serie, en un papel que había sido ofrecido a estrellas consagradas de ese momento, como Dom DeLuise o Richard Lewis. Marshall luego justificaría la decisión diciendo que, de todos los actores posibles, el único que era realmente de otro mundo era Williams.
Mork se convirtió en una figura tremendamente popular. Su cara estaba en posters, libros para colorear, loncheras, etc. Williams incluso salió en la portada de la revista Time en 1979 y en la de Rolling Stone el mismo año. En su primera temporada, Mork & Mindy fue incluso más popular que la serie que los introdujo, Happy days. No obstante, a pesar de haber comenzado con una fórmula exitosa, los ejecutivos presionaron para que se hicieran cambios, en un intento de hacerla aun más popular. El resultado fue todo lo contrario. En su segunda, tercera y cuarta temporada se siguió intentando introducir elementos que pretendían hacer que la serie llegue a una audiencia mayor, pero el efecto fue alejarla de su esencia original, dejando en claro cada vez más que el talento natural de Williams era lo que la gente quería ver, no complejas y sofisticadas fórmulas narrativas para hacer la trama más profunda.
Lo que no se mencionaba en ese entonces era que buena parte de la energía y la impredecibilidad de Williams provenía del hecho de que era un adicto a la cocaína. Él luego comentaría que las campañas de Nancy Reagan para que los jóvenes no se inicien en ese vicio le sonaban ridículas, dado el hecho de que en su círculo todos estaban consumiendo esa droga. “Sólo di que no” sonaba más bien a una broma, cuando todos estaban diciendo que sí a su alrededor todo el día. La muerte de su amigo John Belushi por sobredosis fue suficiente impacto en su vida como para convencerlo de que tenía que dejar ese hábito.
Qué curioso que hiciera falta que algo externo le moviera el piso para que se diera cuenta de que eso que todos hacían, que ese hábito que todos tenían, que esa actitud que todos a su alrededor compartían, era autodestructiva y que los estaba matando de a pocos a todos. Dejar ese vicio fue muy costoso y doloroso, pero era necesario para poder continuar viviendo. Para que su mera existencia en este mundo fuese sostenible. Hacerse el de la vista gorda tenía un límite.
Dejar que otros peleen por nosotros una pelea a pérdida, sin apoyo, en una lucha por salvar a una comunidad, a un país, también tiene límites. En los años noventa la hiperinflación y la crisis económica fue el marciano que necesitábamos para que apoyamos abiertamente las reformas económicas del gobierno de Fujimori. Estas reformas dieron resultados y nos mantuvieron en senda de crecimiento y reducción de la pobreza hasta que llegó el gobierno de Ollanta Humala a sacrificarlo todo. Hoy en día tenemos a otro marciano frente a nosotros que nos pide a gritos que abramos los ojos frente a una crisis política insostenible. Ningún proyecto de responsabilidad social o taller de coaching va a servir de mucho, si no atendemos esta amenaza pronto. O apoyemos a los que están haciendo algo al respecto.