Por Stakeholders

Lectura de:

Baltazar Caravedo Molinari
Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú

La consciencia de nuestra vulnerabilidad como sistema vivo, como especie, como humanidad o como civilización ha aparecido hace relativamente poco. El sistema solar se formó hace, aproximadamente, 4,500 millones de años; los primeros seres vivos aparecieron 700 millones de años después. En los últimos 500 millones de años nuestro planeta ha experimentado, al menos, cinco extinciones; algunos hablan de la sexta extinción. En la primera, hace 445 millones de años, desapareció entre el 60 y 70% de los organismos marinos debido a un período glaciar intenso que congeló la mayor parte del agua del planeta. En la segunda, hace alrededor de 360-375 millones de años, desapareció el 75% de los organismos marinos debido al agotamiento del oxígeno en los océanos. En la tercera, hace 252 millones de años, desapareció el 95% de las especies que vivían en el océano y en tierra debido al impacto de asteroides y actividad volcánica. En la cuarta, hace 200 millones de años, desaparece entre el 70 y el 80% de las grandes especies debido a múltiples causas. La última de las extinciones hace 66 millones de años, producida por el impacto de un asteroide, provocó la desaparición de los dinosaurios. En éstas últimas circunstancias proliferaron los mamíferos. Hace dos millones de años apareció el homo erectus; y nuestra especie homo sapiens se manifestó hace 200,000 años. Diez mil años atrás empezaron los primeros descubrimientos de actividades agrícolas. Cinco mil años después es posible encontrar restos de ciudades, estados y civilizaciones agrarias. 

En la configuración de la identidad humana y el desarrollo, amplitud y profundidad de su consciencia han intervenido componentes, elementos y procesos que han generado turbulencias dinámicas conformadas por movimientos en diferentes planos, con ritmos, velocidades y tiempos distintos, permitiendo reacomodos lógico organizacionales. Uno de esos elementos/procesos tiene que ver con el crecimiento de la población humana. Con la Revolución Industrial se produce una explosión de crecimiento poblacional, la aglomeración poblacional empieza a hacerse más intensa, disminuye la población rural y se acrecienta la población urbana. 

De ser recolectores y cazadores los seres humanos descubren la energía hidráulica y la agricultura, y empiezan a producir alimentos, identificando horarios, estaciones y climas para tipos de productos agrarios. 

Igualmente, generan calor y fuego con el roce de superficies y lo utilizan para transformar los alimentos, para moldear metales, producir instrumentos y armas. Otras fuentes de energía empleada han sido los animales y el viento para el transporte terrestre y marítimo, respectivamente. Más adelante, con la imprenta y, posteriormente, con el carbón y el vapor se produce una transformación productiva en la actividad industrial y en el transporte (ferrocarril y marítimo). A fines del siglo XIX se descubre la energía fósil y la energía eléctrica, estructurándose en el curso del siglo XX un movimiento de nuevo conocimiento y actividad productiva. Se modifican los roles y las relaciones sociales, y, también, la consciencia humana. En otras palabras, se modifica la subjetividad. 

En apenas uno o dos siglos, sirviéndose de unos enormes flujos de energía y de las notables innovaciones que ha traído consigo la revolución de los combustibles fósiles, los seres humanos hemos acabado por asumir el papel de pilotos del planeta. En el curso de los últimos veinte siglos la consciencia humana ha registrado varios relatos y promesas que han fracasado en su intento de transformar los vínculos en las sociedades de las que surgieron. La promesa de la sostenibilidad, la que en la actualidad vivimos, no ofrece un mundo mejor sino la defensa de la vida. La continuidad de la vida se encuentra en peligro principalmente porque el mundo artificial creado por el mismo ser humano en la carrera por el dominio se traslada al ambiente, y se manifiesta en la desaparición de formas de vida y el maltrato de la biosfera. La extinción se convierte en nuestra principal amenaza.







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