Por Stakeholders

Lectura de:

Rodrigo Salcedo
Profesor del Departamento Académico de Economía de la Universidad del Pacífico y Consultor de Economía Ambiental

La organización The Nature Conservancy publicó este año un informe que muestra que, si se destina anualmente el 1% del PBI mundial para mantener el capital natural, es posible asegurar el uso sostenible de nuestra naturaleza y alcanzar al menos los mismos niveles de bienestar que se alcanzan actualmente.

Imaginemos una institución financiera que ofrece préstamos a una tasa de interés de 1% para que todos continuemos aprovechando los bienes y servicios que la naturaleza nos brinda y que transformamos en otros tipos de capital (físico o humano) para realizar las actividades económicas que conforman el PBI. La tasa de interés cobrada se utiliza para mantener el capital natural (el cual se auto regenera) y así asegurar sus servicios. Suena muy atractivo, ¿no? Sin embargo, esta situación no es aprovechada.

Actualmente se invierte menos del 0.01% del PBI mundial en actividades que protejan el capital natural. Si no se invierte en él, el sistema natural se vuelve inestable, lo que conlleva a eventos climatológicos extremos hasta a un punto de no retorno: la “quiebra” del sistema natural.

El citado informe propone mecanismos hacia los cuales deben dirigirse los recursos financieros y cerrar brechas. Para captar dichos fondos, es necesario desarrollar instrumentos financieros lo suficientemente atractivos que llamen la atención de inversionistas. Así surgen las finanzas verdes. De manera general, éstas comprenden herramientas que aseguren la contabilidad de los flujos y stocks de capital físico y natural involucrados en las actividades de un país, así como el desarrollo de instrumentos financieros que cuenten con colaterales vinculados a la mejora en la provisión de bienes o servicios que se obtienen del capital natural . Los más conocidos son los certificados de carbono y los bonos verdes.

En los últimos 5 años, los bonos verdes han presentado un crecimiento de más de 500%. Y, solo en el año 2019, la emisión de bonos verdes recaudó un total de 255 mil millones de dólares americanos.

Estos bonos se diferencian de los bonos convencionales en dos aspectos: 1) Deben financiar proyectos de una de las siguientes categorías: energías renovables, eficiencia energética, gestión de residuos sólidos, uso sostenible del suelo, protección de la biodiversidad, transporte limpio, gestión de aguas residuales, adaptación al cambio climático, productos ecoeficientes y edificaciones “verdes”; y 2) El proyecto “verde” debe estar certificado por un tercero para asegurar que los recursos financieros se destinen a la protección de capital natural.

Los bonos verdes han mostrado un desempeño notable: demandas en promedio mayores a las de los bonos convencionales, calificaciones de riesgo muy positivas y tasas de interés muy bajas. En el Perú se han emitido cuatro bonos verdes en los últimos 6 años, recaudando un total de 592 millones de dólares americanos a tasas de alrededor del 6%. La BVL viene realizando cambios en sus procesos para facilitar la emisión de bonos verdes y se especula acerca de la emisión de un primer bono verde soberano.

Considerando que más del 60% del territorio nacional está conformado por bosques que capturan millones de toneladas métricas de carbono al año y albergan una gran biodiversidad y que el cambio de uso del suelo de bosque a, usualmente, agricultura, es la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el Perú, resulta fundamental utilizar los instrumentos verdes para financiar proyectos que eviten la desaparición de los bosques peruanos.


1 The Nature Conservancy (2020), Financiar la naturaleza: cerrando la brecha financiera global de la biodiversidad https://www.nature.org/en-us/what-we-do/our-insights/perspectives/closing-nature-funding-gap-global-biodiversity-finance/Denominados servicios ecosistémicos







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