La brecha en las tasas de interés no sólo encarece sus proyectos, sino que frena su autonomía económica

Por Stakeholders

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En un país donde el acceso al crédito parece neutro, 33,1 % de mujeres y 33,5 % de hombres acceden a préstamos, emerge una desigualdad menos visible pero de gran impacto: ellas pagan, en promedio, 10 puntos porcentuales más de interés anual por los mismos productos. Mientras los hombres afrontan una tasa efectiva del 48 %, sus contrapartes femeninas se ven obligadas a asumir un 58 %.

Un costo que pesa

Según la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS), el desembolso promedio para mujeres es de S/ 16 000, frente a S/ 24 000 en el caso de los hombres. Esta diferencia del 31 % no sólo reduce su capacidad de inversión en emprendimientos o vivienda, sino que incrementa el monto total a pagar, prolonga los plazos de financiamiento y expone a las prestatarias a un mayor riesgo de endeudamiento.

Responsabilidad contrapuesta

Paradójicamente, la mora femenina es menor: 3,9 % de las mujeres incumple sus cuotas, contra 4,5 % de los hombres. “Esto desnuda un sesgo estructural: aunque demuestren un historial más sólido, las peruanas reciben condiciones menos favorables”, señala Claudia Vega, economista experta en género y finanzas.

¿De dónde viene la brecha?

Modelos de riesgo caducos: Los algoritmos de scoring consideran variables como el tipo de empleo y el nivel de garantías, tradicionalesfocos masculinos, sin ponderar que muchas mujeres trabajan en economía informal o lideran microempresas familiares.

Sesgos culturales e institucionales: Estudios en la región muestran que las comisiones de crédito ven a las mujeres como “menos solventes” pese a datos objetivos que demuestran lo contrario.

Falta de productos adaptados: No existen líneas de crédito diseñadas para ciclos productivos femeninos, como guarderías para madres emprendedoras o plazos flexibles que se ajusten a sus ingresos variables.

    Impacto social y económico

    Este sobrecosto limita la formalización de emprendimientos liderados por mujeres, que ya representan el 50 % de las micro y pequeñas empresas (MYPE), y perpetúa brechas de ingresos. Un crédito más caro se traduce en menos empleos y menor dinamismo en sectores donde ellas son mayoría, como comercio y servicios.

    ¿Hacia una solución?

    • Revisión de algoritmos: Incorporar variables de género e indicadores no tradicionales (pago de servicios, historial comunitario).
    • Transparencia y regulación: La SBS podría exigir matrices de evaluación pública de tasas por género, para detectar y sancionar discriminaciones.
    • Educación financiera especializada: Programas de capacitación que fortalezcan el conocimiento de costos crediticios, negociación de condiciones y planificación de deudas.
    • Líneas de crédito inclusivas: Productos con periodos de gracia, montos escalables y acompañamiento para emprendedoras.

    La equidad en el crédito no es un favor: es una condición para un crecimiento económico más robusto y justo. Igualar las tasas es dar a las peruanas la oportunidad de impulsar sus proyectos sin la penalidad de un precio superior. Porque en un sistema verdaderamente inclusivo, “mismo préstamo” debe equivaler invariablemente a “mismo costo”.

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