En los campos de cultivo de Puno, donde el déficit hídrico afecta severamente a la región, resurge un conocimiento ancestral para combatir la crisis climática: los Waru Waru. Estas estructuras circulares, que desde el cielo parecen geoglifos, son en realidad una antigua técnica prehispánica rescatada por agricultores del distrito de Acora.
Los Waru Waru, cuyo nombre en quechua significa «camellón», son camas de tierra rodeadas de agua que alcanzan hasta 100 metros de largo y uno de altura. Implementadas en las pampas inundables de Acora, estas estructuras protegen los cultivos de papa, quinua y otros granos andinos.
Construidos mediante la apertura de surcos en zonas inundables, los Waru Waru generan un microclima favorable para el desarrollo de los cultivos. El agua alrededor absorbe el calor del sol durante el día y lo irradia por la noche, mitigando así el efecto desfavorable de las heladas, que pueden alcanzar los -20 grados Celsius en Puno.
Según el arqueólogo Velko Marusic, los Waru Waru aprovechan al máximo la capacidad hídrica de la región y los tiempos de inundación, permitiendo la siembra de papas nativas, quinua y cañihua, considerados superalimentos.
Aunque su origen se remonta a 2.000 años atrás en la región aimara, los Waru Waru fueron abandonados durante el imperio inca y comenzaron a reconstruirse en la década de 1990. Esta técnica demostró su eficacia durante el período de sequía que sufrió Puno en 2023, permitiendo a los campesinos hacer frente al déficit hídrico y la escasez de alimentos.
Para los agricultores de Acora, los Waru Waru no son solo una técnica agrícola, sino una tradición y una costumbre que les permite vivir en armonía con la tierra y asegurar su sustento sin depender de la ciudad. Con rituales como el Luqta, donde piden a la madre tierra una buena producción y protección contra el granizo, demuestran su profundo vínculo con la naturaleza y su respeto por el conocimiento ancestral que les ha permitido sobrevivir en un entorno tan adverso como el altiplano andino.