En 26 años, el 31% de la población mundial habitará en regiones con niveles altos o extremos de falta del recurso, según proyecciones del World Resources Institute. Los factores que generan ese escenario: el cambio climático, el crecimiento demográfico y las sequías.
La ONU considera que una región padece de “estrés hídrico” cuando “extrae el 25% o más de sus recursos renovables de agua dulce”. En función de esta definición y, de acuerdo con cifras del mismo organismo, esta situación afectaba al 18,2% del planeta en 2020 y, para 2022, 2.400 millones de personas vivían en zonas expuestas, en muchos casos, a estrés hídrico extremo.
En la región de las Américas, el caso más extremo se viene manifestando en Ciudad de México, de 23 millones de habitantes, que enfrenta una grave crisis de agua debido a la confluencia de factores como el cambio climático, la expansión urbanística y una infraestructura deficiente. La situación ha empeorado por la rápida disminución del agua subterránea y la sequía extrema que afecta al país. La crisis amenaza con agravarse este verano boreal, según afirman especialistas.
El año pasado, la ciudad de Montevideo, en Uruguay, y sus áreas aledañas sufrieron una escasez de agua sin precedentes en la región, que tuvo causas múltiples. Por un lado, la sequía y por otro, el mal manejo de los suelos en las últimas décadas que provocaron la salinización extrema del agua potable, fueron los factores más destacados.
Según proyecciones del World Resources Institute (WRI), organización no gubernamental dedicada a la investigación y a crear condiciones de equidad a través de la administración sostenible de los recursos naturales, se anticipa a nivel global que en 2050, 51 de los 164 países y regiones analizados enfrentarán un estrés hídrico de alto a extremadamente alto. Esto significa que estará afectado el 31% de la población mundial. La demanda de agua en todo el mundo se ha duplicado desde 1960.
La organización hizo el análisis sobre un escenario futuro “sin cambios”, es decir, con un incremento de temperatura de entre 2,8 y 4,6 grados Celsius para el año 2100. Ese contexto contempla, según el mismo informe, “un crecimiento económico lento, una gobernanza y unas instituciones débiles, escasas inversiones en medioambiente y tecnología, y un crecimiento demográfico elevado, sobre todo en los países en desarrollo”.
También países del sur de Europa, como Portugal, España e Italia, ya presentan un elevado estrés hídrico. La situación en España, en particular, se espera que empeore significativamente para 2050. Mientras tanto, para Francia y Polonia, el WRI prevé un estrés hídrico de medio a alto, con una tasa de utilización del 20% al 40% de sus recursos disponibles.
La ONU subraya que los múltiples factores, como el crecimiento poblacional, la evolución económica y política de los países emergentes y en transición, complican la predicción exacta de la cifra para 2050.
Los científicos están trabajando con escenarios en lugar de estimaciones más precisas debido a estas variables. Sin embargo, afirmaron que la demanda de agua aumentará de manera constante y que muchos países ya consumen más de lo que pueden reponer. Como muestra el informe del WRI, el “estrés hídrico extremo” será una realidad para una parte significativa de la población global si no se toman medidas inmediatas para abordar este desafío.
De acuerdo con el Atlas de Riesgos Hídricos del programa Aqueduct del WRI, “unos 70 billones de dólares (aproximadamente el 31% del PBI mundial) estará expuesto a un elevado estrés hídrico en 2050, frente a los 15 billones de dólares (24% del PBI mundial) de 2010. El agua es fundamental para cumplir los objetivos climáticos mundiales, alimentar a una población creciente y satisfacer las necesidades básicas de supervivencia de las personas. Pero el mundo no está dando prioridad a los problemas del agua. A medida que los países impulsan una transición justa para abandonar los combustibles fósiles, también deben transformar su forma de gestionar el agua”, señaló el reporte.