En un acto que mezcla protesta y controversia, la mansión de Lionel Messi en Ibiza, valorada en 12 millones de dólares, fue pintada por el grupo de activistas climáticos Futuro Vegetal. Los ecologistas cubrieron la propiedad con pintura roja y negra y desplegaron una pancarta con el mensaje: “Ayuda al planeta, cómete a los ricos, abole la policía”.
El incidente, ampliamente difundido en redes sociales, ha generado un acalorado debate sobre las tácticas extremas en la lucha contra la crisis climática.
Un ataque con mensaje: El 1% bajo la lupa
Futuro Vegetal, conocido por sus métodos radicales, justificó su acción alegando que la mansión de Messi es una «construcción ilegal» en un contexto de creciente crisis climática en las Islas Baleares.
El grupo apuntó a la elite económica, denunciando que “el 1% más rico de la población es responsable de la misma cantidad de emisiones de carbono que los dos tercios más pobres”. Esta declaración refleja la narrativa de que la responsabilidad por el cambio climático está desigualmente distribuida, con los más ricos contribuyendo desproporcionadamente al problema.
El ataque ha levantado una ola de reacciones divididas. Mientras algunos apoyan la necesidad de acciones drásticas para llamar la atención sobre la urgencia de la crisis climática, otros critican el acto como un simple vandalismo que no contribuye a una solución real y solo daña propiedades privadas.
Lionel Messi, quien compró la propiedad en el 2022, aún no ha emitido una declaración sobre el incidente. Conocido por su perfil discreto fuera del campo, el futbolista se encuentra actualmente disfrutando de un receso tras su triunfo con Argentina en la Copa América. Su mansión en Ibiza ha sido un destino recurrente para él, su esposa Antonela Roccuzzo y sus tres hijos.
Un debate necesario: ¿Cuál es el límite de la protesta?
Este incidente pone sobre la mesa una pregunta crítica: ¿hasta qué punto es justificable dañar la propiedad privada en nombre de una causa mayor? Futuro Vegetal ha sido criticado por sus métodos extremos, pero también ha forzado una conversación sobre la responsabilidad de la élite en la crisis climática. Sin embargo, las tácticas violentas y destructivas podrían alienar a quienes podrían ser aliados en la lucha por la justicia climática.