Es quechuahablante y pronto se convertirá en ingeniero. El joven natural de Lambayeque planea abrir una escuela medioambiental en su pueblo natal
Para Casinaldo Lucero Rinza (25) era casi imposible convertirse en profesional en Atunloma, un caserío olvidado y dominado por la pobreza en la sierra de Ferreñafe (Lambayeque), en el norte del Perú. José, el mayor de sus ocho hermanos, no había conseguido culminar su carrera técnica por la falta de dinero.
Casinaldo había estudiado la secundaria en un colegio rural y quería cursar la carrera de Ingeniería Agrónoma. En 2017, tras un primer intento fallido, obtuvo la Beca 18. Fue un momento crucial en su vida. “Significó mucho para mí, porque me iba a dedicar solo a estudiar. No tenía las condiciones económicas para hacerlo por mi cuenta. Mi familia no podía creerlo. Me convertí en el primer hijo universitario. Mi hermano José se motivó por mi logro. Por eso, decidió seguir mis pasos y ahora ya terminó su carrera técnica”, ha contado el estudiante quechuahablante de octavo ciclo en la Universidad Nacional de Cajamarca.
De niño, acompañaba a sus padres Margarita y Santos a sembrar papa, habas, olluco, kiwicha, maíz y trigo. En esas tierras también criaban cuyes y gallinas. “Quería ayudarlos a mejorar sus cultivos. Desde la primaria, ya tenía conciencia sobre el medio ambiente, las deficiencias técnicas que existen en el campo. Además, mis profesores me comentaban cuál era la función de los profesionales dedicados a esta área”, añade.
Para cumplir su sueño de ser profesional, el becario tuvo que alejarse de su familia y mudarse a Cajamarca, una región completamente desconocida para él. “El primer año en la universidad fue chocante. Yo soy quechuahablante y en la ciudad de Cajamarca la mayoría no habla quechua. Mi acento era diferente. En las exposiciones sufría, porque tenía que dominar el castellano de manera perfecta”, comenta.
En 2019, antes de la pandemia, retornó a su comunidad para formar una pequeña academia y preparar a los estudiantes de su antiguo colegio 11160 Atunloma que sueñan con ingresar a la universidad, como él lo consiguió. Durante un ciclo de verano, ofreció clases de reforzamiento en cursos, como biología, química, ecología y su otra pasión: la literatura.
En colaboración con otros jóvenes universitarios, su nuevo proyecto es crear una escuela ecoambiental en su mismo colegio para fomentar conductas ecoamigables. Para el 2023, junto con técnicos agropecuarios, tiene planeado formar en su natal Lambayeque una escuela de capacitación gratuita a agricultores para mejorar la productividad y las condiciones de cultivo.
“Mi idea es fomentar el desarrollo de una agricultura sostenible y promover la instalación de riego por goteo para optimizar el uso del agua. Nos apoyaremos de programas de software aplicados a la agricultura de precisión, que permiten mostrar las relaciones entre el tipo de suelo, el fertilizante y el agua, y cómo estos pueden afectar el rendimiento del cultivo”, explica.
Casinaldo, practicante del área de cereales leguminosas en el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), pretende realizar una maestría en Estados Unidos o Bélgica. Tiene metas ambiciosas, pero sobre todo tiene un mensaje: “Si no logran quedar seleccionados no se desanimen. El mejor premio a veces demora. Todo esfuerzo al final vale la pena y al final hay una gran recompensa”.