Aruba, conocida por sus playas de arena blanca y sus aguas cristalinas, es mucho más que un destino turístico de ensueño. Detrás de los resorts y los lugares de entretenimiento, se esconde una comunidad que trabaja incansablemente por preservar su entorno natural y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Stakeholders tuvo la oportunidad de participar en la iniciativa Eco Conscious, un conjunto de actividades de voluntariado que permitieron ver una cara distinta de la isla, una que rara vez aparece en las guías turísticas.
Desde el primer día, quedó claro que la experiencia sería diferente a la habitual. El viaje comenzó con un recorrido por el Parque Nacional Arikok, un área que ocupa casi el 20% de la isla. Aquí, la preocupación por la conservación es palpable. Durante una visita al invernadero del parque, nos explicaron los esfuerzos por restaurar especies de flora nativa y reintroducir la Amazona de hombros amarillos, una especie de loro endémica en peligro de extinción. Este proyecto no solo busca proteger la biodiversidad, sino también recuperar parte de la historia natural de la isla.
Los voluntarios, tanto locales como internacionales, juegan un papel crucial en este proceso. Se nos ofreció la oportunidad de contribuir directamente en tareas de mantenimiento, como la limpieza del área y la plantación de especies autóctonas. Detrás de la imagen turística de Aruba hay un compromiso sólido con la sostenibilidad, liderado por organizaciones y personas que creen firmemente en la necesidad de proteger el medio ambiente.
La comunidad como protagonista
El componente social del voluntariado también resultó revelador. En la Fundación pa nos Comunidad, conocimos a los miembros de una organización dedicada a mejorar la vida de los habitantes más vulnerables. Colaboramos en actividades básicas de mantenimiento y ayudando a preparar alimentos para los beneficiarios. Este tipo de experiencias son un recordatorio de que el turismo responsable no se limita a disfrutar del paisaje, sino que también implica aportar al bienestar de la comunidad local.
El santuario de burros, una parada obligada en nuestro itinerario, fue otro ejemplo de este esfuerzo colectivo. Los burros, que solían ser animales de trabajo en la isla, han sido abandonados en su mayoría tras la modernización de Aruba. El santuario se ha convertido en un refugio donde estos animales pueden vivir en paz. Para muchos turistas, esta es una actividad más, pero para los voluntarios es una oportunidad para aprender sobre el respeto a todas las formas de vida y contribuir a una causa significativa.
Una experiencia transformadora
Más allá de las actividades de voluntariado, lo que se vivió en Aruba es parte de un fenómeno conocido como el «Efecto Aruba». Este concepto hace referencia al sentimiento de conexión y bienestar que experimentan los visitantes al interactuar con la comunidad local y participar en iniciativas que van más allá del turismo convencional. No es solo la belleza de la isla lo que te deja una marca, sino la sensación de haber contribuido a algo más grande, algo duradero.
Aruba Volunteers, una organización clave que conecta a los turistas con proyectos locales, destaca por su enfoque en el desarrollo sostenible. Paula Ochoa, representante de Autoridad de Turismo de Aruba (ATA), mencionó que el voluntariado internacional ha crecido considerablemente, con más personas buscando experiencias significativas durante sus viajes.
El viaje concluyó, pero la sensación de haber formado parte de algo significativo permanece. La experiencia de voluntariado en Aruba no solo nos enseñó sobre la importancia de la sostenibilidad, sino también sobre el poder de la comunidad. Si bien el turismo puede ser una herramienta poderosa para el desarrollo económico, también debe ser una vía para el cambio social y ambiental positivo.