El sistema alimentario es uno de los principales responsables de la degradación ambiental.
Si hablamos de una alimentación sostenible y lo primero que se nos viene a la mente es una dieta libre de productos transgénicos, quizás es porque solo estamos viendo la punta del iceberg. Pues en América latina hace falta una visión holística del impacto social, económico y ambiental de nuestro consumo. En especial en una región donde el hambre y la inseguridad alimentaria son un enorme desafío que sigue creciendo en medio de una pandemia mundial.
El último concepto de “dieta saludable sostenible” acuñado por la FAO y la OMS, se define como “aquellos patrones alimentarios que promueven todas las dimensiones de la salud y el bienestar de las personas; tienen una baja presión e impacto ambiental; son accesibles, asequibles, seguras y equitativas; y son culturalmente aceptables”.
Sin embargo, actualmente se sabe que uno de los principales responsables de la degradación ambiental es el sistema alimentario. Por un lado, la agricultura representa el 70 % del agua dulce extraída en el mundo, produce entre el 21 % y el 37 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI). Además, ocupa aproximadamente entre el 49 % y el 51 % de la superficie terrestre libre de hielo del mundo. Las tierras de pastoreo representan el 37 % del planeta y los campos de cultivo representan aproximadamente el 12-14 %.
Adicional a estas cifras, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), señaló en su último estudio que, del total de alimentos que se producen en el mundo, el 14% se pierde y 17% por ciento se desperdicia.
Para dimensionar aún mejor estos números, quizás sea útil entender su equivalencia en peso: 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados de alimentos, que puestos en fila darían siete vueltas a la Tierra.
¿De dónde provienen todos estos alimentos desechados?
De nuestros hogares. Según los resultados del estudio liderado por la ONU, la mayor parte del desperdicio, el equivalente a un 61%, lo generamos en casa. De esa manzana que quizás compraste de más y decidiste desecharla. O de ese plátano que, tras llevar días en tu cocina, se puso negro.
Luego, un 26% pertenece al rubro de servicio de alimentos, por ejemplo, de restaurantes, hoteles o establecimientos educacionales. Y, finalmente, un 13% proviene del comercio, como supermercados o pequeños almacenes.
¿Cómo podemos dejar de botar tanta comida?
Debido a que la mayoría de los estudios sobre cuánto se pierde y se desperdicia se enfocan en países desarrollados. No es posible determinar con exactitud cuál es la situación de los países económicamente pobres y en vías de desarrollo. Para países como el Perú es más difícil determinar las posibles soluciones y fomentar que los alimentos balanceados lleguen oportunamente a todos evitando consecuencias ambientales.
Sin embargo reunimos algunas recomendaciones que puedes poner en práctica desde ahora:
- Lo primero es comprar de forma planificada y la cantidad correcta de porciones. En el mejor de los casos, llevar un registro de lo que se compra y efectivamente se usa.
- Calcula las porciones: una taza de arroz, por ejemplo, rinde por lo menos para tres adultos.
- Verifica y entiende la fecha de vencimiento de un determinado producto. En el caso de que un alimento vaya a caducar pronto, se puede congelar o donar.
- Además, es aconsejable no tirar a la basura las frutas y verduras que se vean «feas». Muchos alimentos se desperdician porque no cumplen con los requisitos de forma, tamaño o apariencia que solemos asociar con la «calidad» de un producto.
- Finalmente, mantener el refrigerador a una temperatura adecuada de aproximadamente 5°C es esencial para que perduren los alimentos. Según el Programa de Acción de Residuos y Recursos, una organización benéfica británica, por lo general los frigoríficos funcionan a 2°C más de lo recomendado.
Via The Conversation y BBC Mundo