Por Stakeholders

Lectura de:

Por: Hans Rothgiesser
Director Adjunto Revista Stakeholders


El conocido exCEO de General Motors y autor Jack Welch es famoso por su posición con respecto a la honestidad.  Para él, le haces daño a un colega si no lo criticas cuando hace algo mal, independientemente del efecto que tengas sobre sus sentimientos.  Según Welch, «la excelencia y la competitividad no son incompatibles con la honestidad y la integridad». Una reflexión como esta es pertinente cuando se nos acerca la celebración del Bicentenario. Un momento que es una perfecta oportunidad para evaluar en dónde estamos como país y el camino que queremos tomar para los siguientes años.

Hans Rothgiesser – Director adjunto de la revista Stakeholders

Este ejercicio comienza por ser sinceros con nosotros mismos y reconocernos tal y como somos.  Para esto conviene basarnos más en cifras y evidencia que en percepciones.  Reconocer las cosas como realmente son y no como nos están diciendo convenientemente que son.  Solamente así podremos saber lo que de verdad necesitamos para los próximos cien años.

Comencemos por considerar lo siguiente. La celebración del centenario, hace casi cien años atrás, fue básicamente a través de la construcción de grandes obras.  Así, la colonia alemana nos regaló la torre con reloj ubicada en el Parque Universitario.  La colonia china nos regaló la Fuente Monumental, que aún se puede apreciar en el Parque de la Exposición actualmente.  La colonia italiana nos regaló el hermoso Museo de Arte Italiano, en lo que hoy se conoce como el Parque de los Museos.

De igual manera, las colonias belga, británica, francesa, norteamericana, española y japonesa se manifestaron con hermosas obras físicas.  Por todas ellas estamos agradecidos.  Sin embargo, ¿son más obras lo que necesitamos ahora para celebrar nuestros siguientes cien años? No, yo no creo que ese sea el caso.

Pues bien, entonces, ¿qué necesitamos en su lugar? No pensemos en lo que vamos a pedir de regalo. Qué poco pertinente sería eso, considerando que todas estas colonias ya han estado colaborando al desarrollo nacional todos estos años de distintas maneras. Sus distintas agencias de colaboración internacional serían apenas uno de los medios.  No, no pensemos en qué vamos a pedir de regalo.  Pensemos en qué queremos puntualmente para celebrar nuestro Bicentenario. ¿Un edificio impresionante, como en Chile? ¿Una ceremonia con chamanes, como en México? ¿Una sesión del Congreso de la República en un teatro?

Por eso la cita de Welch es tan importante.  Es necesario sincerarnos y ponernos una mano al pecho. ¿Qué es lo que realmente necesitamos? ¿Mejor educación? ¿Más innovación? Si tuviéramos que elegir un solo objetivo, ¿cuál sería ese?

Seamos sinceros.  No tenemos ni idea.

Por eso tenemos tantos partidos políticos con tantos candidatos y tantas propuestas distintas.  Porque somos ciudadanos que no sabemos lo que queremos.

¿Quizás ése debería ser nuestro regalo de Bicentenario? Obviamente, esto no es algo que se le pide a una nación extranjera.  Esto es algo que se le pide a los propios peruanos. ¿Y si hacemos el esfuerzo de ser sinceros por una vez y reconocemos las necesidades de todos y observamos los logros obtenidos en los últimos años, aunque esto último vaya contra nuestras respectivas orientaciones políticas? ¿Y si nos damos el tiempo de escuchar a los analistas verdaderos y los académicos que saben y les hacemos caso, independientemente de si esto nos es incómodo por lo que creemos y por quién votamos en las últimas elecciones?

Quizás así podamos entre todos definir lo que el Perú necesita para los próximos cien años.  El objetivo que perseguiremos y por lo que sacrificaremos lo que sea.  Qué buen regalo que nos estaríamos dando.

 







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