Por Stakeholders

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Por: Bernardo Kliksberg
Designado Doctor Honoris Causa por la histórica Universidad de Alcalá de Henares de España.

Los océanos están en riesgo importante. El impacto combinado del calentamiento global, y la polución está causando estragos. Cada año se tiran a sus aguas 8 millones de toneladas de plástico. Ya hay acumuladas 110 millones de toneladas. Océanos como el Ártico que está reduciéndose bajo el ascenso de la temperatura global, está recibiendo grandes cantidades de basura generada en Europa y América del Norte arrastrada por la corriente. 90% de toda la basura que flota en los océanos es plástico. Son especialmente dañinas las macropartículas de plástico que son 30% de las basuras en los mares. El PNUMA de la ONU ha lanzado una enérgica advertencia: “Solo una acción decidida puede eliminar una catástrofe para los hábitats y las especies marinas”.

El escenario previsto es que si no se actúa vigorosamente sobre el problema, para el 2050 los océanos tendrán en plásticos un peso mayor al de los peces, y el 99% de las aves marinas habrán ingerido plástico. El plástico se está incorporando a la cadena alimentaria marina. Los peces tienden a ingerirlo y después pasa a formar parte de la alimentación de los humanos a través de ellos.

Lo que sucede en el interior de los mares y océanos es fundamental para los seres humanos. Ocupan tres cuartas partes de todo el planeta. Los océanos proveen a tres billones de personas, más de una quinta parte de las proteínas que consumen. Como lo resalta The Economist son hoy una fuente más importante de proteínas que la carne. Por otra parte, los patrones climáticos están muy vinculados a los patrones de temperatura de los océanos y sus interacciones con la atmósfera. Se estima que los océanos almacenan más de 9 décimas del calor atrapado en la tierra por las emisiones de gases invernadero. El aumento de las temperaturas en los mares incide fuertemente en la desaparición de los bancos de corales vitales para la alimentación de los peces y el hábitat marino.

Los corales cubren menos de un millar de los pisos del mundo marino, pero son la base de una cuarta parte de las especies pesqueras conocidas. Son muy sensibles al aumento de la temperatura que deviene del cambio climático, no lo toleran, y se vuelven blancos, se mueren. Recodemos que los últimos diez años han sido los más calurosos desde que se mide la temperatura de la tierra (1880). Según los expertos, (The Economist), “hace cinco o diez años la mayoría de las discusiones sobre los bancos de coral eran acerca de cómo se los vería al final del siglo XXI. Actualmente, la discusión cambió y es sobre si a este ritmo de destrucción sobrevivirán como los conocemos, hasta 2050 o solo hasta 2030.

Se da también un efecto de acidificación de las aguas, que perturba los mecanismos de supervivencia de diversos peces. A los problemas anteriores, se suma la “sobrepesca” que está yendo más allá de los límites de sostenibilidad de diversas especies, no dándoles tiempo para reproducirse. En el 2013, 32% de los stocks de peces estaban siendo explotados más allá de dichos límites. En 1970 eran solo el 10%. La tendencia ha seguido acentuándose.

La falta de visibilidad directa de los daños causados a los océanos y mares, aleja a la opinión pública sobre la magnitud del problema y sus perspectivas. Urge ponerlo en primera línea, transparentarlo con mediciones continuas y abordarlo a fondo. Los destinos de cientos de millones de seres humanos que dependen de los mares para su supervivencia lo exigen.

 







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