Baltazar Caravedo Molinari
Miembro del Directorio de CTC Consultores
El problema de la transformación social no se encuentra exclusivamente ubicado en la dimensión económica. Tampoco se trata de una disyuntiva que se bate entre darle mayor peso al mercado o darle mayor peso al Estado. Se trata de reconfigurar los vínculos del sistema en el que vivimos entre personas, organizaciones, naturaleza, Estado, y entre las personas en las organizaciones privadas, públicas y sociales.
Voy a utilizar el término emprendedores sociales para referirme a los impulsores de iniciativas socialmente innovadoras para enfrentar los desafíos sociales, culturales y ambientales sin estar movidos por aspiraciones de lucro o ganancia sino por la convicción de crear impactos positivos de largo aliento y gran alcance ofreciendo nuevas ideas para la transformación de sistemas, para el mundo.
Los valores que deben animar esta iniciativa inspirada en el documento de Catalyst 2030 son los siguientes: El centro de la preocupación son las personas y la naturaleza; desarrollando una mentalidad co creativa; promoviendo un liderazgo colaborativo; actuando con humildad y audacia; desplegando un espíritu generoso.
Los líderes en actividad o los que aspiran a ello deben comprometerse con la transformación del sistema. Los emprendedores sociales deben tener un asiento en los espacios de decisión. Los gobiernos y otras instituciones deben crear puntos de encuentro de alto nivel para entrar en contacto con los emprendedores sociales. Gobiernos, empresas, filántropos y otros deben transformar el cómo financiar ideas de los emprendedores sociales.
La propuesta de la transformación debe enfocarse en las causas que se originan en las estructuras, en las costumbres, en las mentalidades, en las dinámicas de poder, en las reglas de colaboración entre una diversidad de actores, en los temas sociales a nivel local, nacional y global, y enfocarse en los objetivos de desarrollo sostenible.
¿Cómo debe darse la transformación social? No puede darse efectivamente a partir de un plan impuesto desde arriba. Debe ser un proceso de conexión y consulta con todos los sectores, actores o segmentos de la sociedad. Para que la consulta funcione es necesario trabajar en el desmontaje de los paradigmas predominantes que interfieren u obstaculizan nuestro proceso de transformación. La naturaleza de nuestra sociedad se sustenta en el carácter predominantemente ambivalente (y por lo mismo, cargado de un contenido cínico) de nuestro sentido común (cultura).
La ambivalencia tiene que ver con la autoestima disminuida que limita nuestra condición de sujetos autónomos y coloca en los “otros” la responsabilidad de nuestros padecimientos y de nuestros logros. Las organizaciones, sin distingo de su naturaleza jurídica, son percibidas con ambivalencia y, en este sentido también son vistas como institucionalmente débiles. Bajo el predominio de la ambivalencia y el cinismo, los diálogos no pueden prosperar. Es necesario modificar los vínculos dentro de las organizaciones y de las organizaciones y las personas con su entorno. Ello significa realizar el esfuerzo racional-afectivo de innovar el sentido de la escuela, de la empresa y de los medios de comunicación para restarle predominancia al discurso que subyace en nuestra sociedad.
Por lo señalado debe apuntar a lograr respeto y dignidad entre todos los habitantes de nuestro país; hacer de los trabajos, de las viviendas , de la salud, del sueño de nuestros hijos; de la alimentación diaria, de las oportunidades para adquirir habilidades y aprender, espacios de dignidad, esperanza y dulzura. Todo ello ofrecerá seguridad personal en los territorios que habitamos. Debemos alentar la expansión de empresas con propósito o empresas B; participar en plataformas colaborativas entre gobiernos, empresas, emprendedores sociales, universidades y colegios, con medios de comunicación e institucionalizar el comportamiento ético.
1 Getting from crisis to systems change, Catalyst 2030, 2020