Dentro de los objetivos que conforman la Agenda 2030 se encuentra la necesidad, cada vez más urgente, de orientar a la sociedad hacia un futuro más sostenible, el cual es prioritario en todos los sectores e industrias, incluida la alimentaria.
Cuando hablamos de alimentación sostenible, nos referimos a aquella que tiene un bajo impacto ambiental, evita el agotamiento de los recursos naturales y protege los ecosistemas terrestres y acuáticos.
En el 2020, la Comisión Europea publicó su estrategia Farm to Fork, con la que se pretendían establecer las bases de la producción y el consumo de alimentos en un futuro a medio y largo plazo.
Una de las claves para ello está en garantizar que los consumidores conozcan el impacto real de los productos que se les ofrecen, mediante la información recogida en etiquetas de sostenibilidad.
A esta se han sumado otras múltiples iniciativas, como el proyecto LiveWell —promovido por la Unión Europea—, con las que se pretende alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por la ONU.
En cualquier caso, transformar un sistema del que todos formamos parte exige, precisamente, el compromiso de cada agente implicado en él, incluidos los consumidores. La sostenibilidad es un desafío en el que toda la sociedad debe tomar partido, y hacerlo también implica revisar lo que compramos.
¿Cómo aplicarla en nuestro día a día?
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha elaborado una lista con recomendaciones para llevar la sostenibilidad hasta nuestros platos. La guía se fundamenta en estos 10 sencillos pasos que podemos incorporar en nuestra rutina sin hacer grandes renuncias:
- Evitar el desperdicio alimentario
- Reducir la ingesta de alimentos de origen animal
- Comer más carne de calidad
- Elegir productos producidos de forma agroecológica
- Consumir productos locales y de cercanía
- Elegir alimentos de temporada
- Evitar aquellos que sean transportados en avión
- Seleccionar productos a granel
- Apoyar el comercio justo
- Sustituir los procesados por alimentos frescos