Por Stakeholders

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En muchos países el turismo constituye una importante fuente de ingresos tanto para las empresas como para la comunidad, permitiendo que millones de personas se beneficien…

En muchos países el turismo constituye una importante fuente de ingresos tanto para las empresas como para la comunidad, permitiendo que millones de personas se beneficien directa o indirectamente. Calificado como una “industria sin chimeneas” que lo exoneraría de aquellas actividades productivas que ponen en riesgo la salud y el medio ambiente, pocas veces prestamos atención a los impactos que ocasiona.
Pensemos, por ejemplo, qué decisiones y previsiones toma una cadena hotelera que se instala en un país como el nuestro, ¿Acaso considera las preocupaciones de sus vecinos?, ¿Se involucra con el desarrollo de la población local?, ¿Ofrece igualdad
de oportunidades?, ¿Regula su alto consumo de agua potable?, ¿Gestiona responsablemente sus aguas residuales y desechos?

Hay mucho que gestionar aquí en materia de Responsabilidad Social. El turismo puede implicar jornadas laborales extensas e irregulares, remune¬ración deficiente, impuntualidad en el pago a proveedores, sistemas de turnos inadecuados, esfuerzo
físico del trabajador y discriminación. ¿Alguien se ha puesto a pensar en el acoso sexual a las que están expuestas las trabajadoras del turismo o en la explotación infantil en todas sus manifestaciones?

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre 13 y 19 millones de menores de 18 años trabajan en este sector, muchos de ellos dejan la escuela y realizan trabajos forzados a cambio de un bajo salario. En un sector que sirve como medio de subsistencia para familias pobres, los niños están expuestos a explotación y maltrato, siendo el turismo sexual infantil una modalidad que se ha convertido en el tercer negocio ilícito a escala mundial después del tráfico de armas y de drogas.

TURISMO SEXUAL INFANTIL

UNICEF refiere que un millón de niños y jóvenes se convierten en víctimas de la explotación sexual infantil año tras año y lamentablemente esta lacra social ha proliferado en nuestro país. Una investigación de la Organización Internacional de Migraciones (OIM) realizada en varios países, señala que los principales destinos de turismo sexual infantil en el Perú son Iquitos, Cusco y Tacna. Ni qué decir de Lima, que encabeza la lista negra de ciudades con mayores delitos de este tipo.

Al respecto no tenemos una legislación específica, el Estado carece de recursos para afrontar el problema con entereza, pero lo más penoso es que existe pasividad social porque esto sucede cotidianamente a vista y paciencia de la población en general.

Tenemos iniciativas encomiables promovidas por UNICEF, CESVI y el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, que buscan advertir e informar al turista sobre las acciones del país contra este ilícito. Campañas como “El Perú ama y protege sus tesoros” y la publicación de una “Guía preventiva para prestadores de servicios turísticos”, son buenas prácticas que merecen mayor colaboración de otras partes; no sólo de los gobiernos y del tercer sector, también de las empresas.

¿Con qué seriedad abordan las empresas esta problemática? ¿Acaso combatirla no sería una acción empresarial responsable? En los últimos años la inversión turística en nuestro medio ha sido notable, importantes cadenas hoteleras operan en las ciudades más impactadas por este flagelo y su rol puede ser protagónico.

RS ESTRATÉGICA

La industria turística internacional ha tomado voluntariamente una postura enérgica promoviendo el Código de conducta para la protección de los niños, niñas y adolescentes contra la explotación sexual comercial en viajes y turismo. Es una iniciativa que busca desalentar y sancionar la explotación sexual de menores. Quienes la adoptan, contraen un acuerdo de responsabilidad
social en sus destinos, introduciendo criterios éticos en sus negocios, capacitando a su personal, incorporando cláusulas en los contratos con proveedores, informando a los turistas mediante diversas piezas y medios de comunicación.

No se conoce empresa peruana alguna que se haya adherido al código, o si la hay no lo ha sabido comunicar. La cadena española Sol Meliá, que opera en Lima, lo adoptó hace un año, con lo cual asume compromisos para promover buenas prácticas en Perú y en todos sus destinos turísticos.

Y es que las empresas empiezan a entender que un enfoque estratégico de la Responsabilidad Social puede añadir valor tanto a la comunidad como al mismo negocio. Al director general del Grupo Barceló de España –suscrito al Código- le preguntaron: ¿Qué haría el responsable de un hotel de su compañía si sabe que en una de las habitaciones se aloja un cliente con tres niños a los que explota sexualmente?; él respondió “lo denunciaríamos”. Para un turista que acostumbra viajar con su familia, un hotel que piense de esa manera sería un criterio de selección.

Un estudio realizado por el Centro de Investigación Internacional MORI (Europa, 2004) revela que el 70% de los consumidores europeos ven en las prácticas de Responsabilidad Social un criterio muy importante al momento de elegir un producto o servicio. Un 44% estaría “muy dispuesto” a pagar más por un producto que haya sido elaborado de acuerdo a estándares sociales y medioambientales. Entonces, una buena gestión de la Responsabilidad Social no sólo contribuye a mejorar la reputación, construir confianza con sus stakeholders y obtener ventajas competitivas. Con un mercado cada vez más consciente del turismo responsable, el plan de acción social de una empresa puede contribuir con la sociedad y generar rentabilidad a mediano plazo.

TURISMO Y SOSTENIBILIDAD

Esta realidad nos lleva a pensar que las empresas hoy en día no pueden ser sostenibles si no toman en cuenta los aspectos sociales y ambientales que pueden afectar el negocio. Todos los actores vinculados al turismo, hoteles, operadores, líneas de transporte, etc. deben promover buenas prácticas que ayuden a construir ciudadanía, que articulen sus capacidades y conocimientos para contribuir con el desarrollo sostenido de las sociedades donde operan, que protejan el medio ambiente y que generen mayor valor social para la empresa y la comunidad.

La Responsabilidad Social es un paradigma que aporta a la consolidación de la empresa sostenible; se trata de una herramienta con un amplio abanico de definiciones pero que coinciden en la necesidad de promover mejores prácticas en el negocio asumiendo la responsabilidad de los impactos que genera.

Recordemos que la Organización Mundial del Turismo (OMT) establece que el objetivo fundamental del turismo es “contribuir al desarrollo económico, a la comprensión internacional, a la paz, a la prosperidad y al respeto universal y la observancia de los derechos humanos y de las libertades fundamentales”, un postulado que marca el derrotero para promover un turismo socialmente responsable.







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