Por Stakeholders

Lectura de:

Marco Minaya
Jefe de redacción de la Revista Stakeholders


“El capitalismo está bajo asedio… La pérdida de la confianza en las empresas está haciendo que los líderes políticos tomen medidas que socavan el crecimiento económico… Las empresas están atrapadas en un círculo vicioso… El propósito de una corporación debe ser redefinido en torno a la creación de valor compartido” – Michael E. Porter y Mark R. Kramer

Partiendo desde su surgimiento en los EE.UU. durante finales de los años 50 y principios de los 60, a raíz de la Guerra de Vietnam y otros conflictos, la responsabilidad social empresarial (RSE) empieza a entrar en vigencia, debido al contexto en el que se vivía por aquel entonces.

Desde su definición más básica, ligado al conjunto de compromisos y acciones, que se derivan de los impactos que la actividad de las organizaciones producen en el ámbito económico, social y ambiental, pasando a un accionar que va más allá de lo que la norma o ley obliga a la empresa a acatar, hasta la verdadera responsabilidad compartida que asume una organización por medir y disminuir los impactos que genera con sus grupos de interés, la RSE siempre ha estado sujeto a una serie de críticas y cambios. Sin embargo, al margen de las intenciones de su implicancia tanto en lo operativo como a nivel organizacional, siempre ha tenido un enfoque de promover y generar un cambio en el ámbito social y ambiental.

Es este ámbito, la RSE ha evolucionado hacia un concepto de sostenibilidad que no hace más que pensar en que no solo se busca delimitar los impactos generados por la propia organización, sino empezar a cambiar el chip hacia un modelo de desarrollo sostenible, en el busco hacer de lo “sostenible” un modelo innegociable, un acercamiento que esté estrechamente vinculado con el giro del negocio de cada organización, haciendo de este enfoque indispensable para la empresa pueda seguir operando.

¿Cómo aterrizar este enfoque?

Acordado por consenso, el documento “Transformando nuestro mundo: la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible”, fue adoptado formalmente por las y los líderes del mundo durante la Cumbre de las Naciones Unidas para la adopción de la agenda de desarrollo posterior a 2015, celebrada en Nueva York del 25 al 27 de septiembre de 2015[1]. La nueva agenda consiste en un plan de acción para las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y el trabajo conjunto.

En este marco, habrá que impulsar sociedades pacíficas, justas e inclusivas y exigir la participación de todos los países, partes interesadas y demás individuos. Esta ambiciosa agenda se propone acabar con la pobreza de aquí a 2030 y promover una prosperidad económica compartida, el desarrollo social y la protección ambiental para todos los países.

En este escenario, el ODS 17: Alianzas para lograr los objetivos permite establecer mejores mecanismos de relación entre ambas partes mediante el desarrollo de alianzas estratégicas para lograr objetivos compartidos. Sin embargo, aún falta mucho trabajo por hacer.  ¿Este es el inicio del cambio hacia un modelo más sostenible? ¿Por cuál ODS de las 17 establecidas debemos empezar? Tal vez la respuesta se encuentre en ese ODS 17 que, dependiendo del rubro al cual pertenece una empresa, no muchas veces se considera como el más importante y  mucho menos se toma en cuenta en algunos escenarios.







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