Las amunas permiten captar el excedente de agua de las quebradas y ríos y almacenarla como suministro para el futuro abastecimiento de las comunidades altoandinas.

Por Stakeholders

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A raíz del Fenómeno del Niño (FEN), diversos sectores del Gobierno se encuentran monitoreando los efectos negativos que podrían afectar a la población peruana. Aunque la intensidad de FEN ha sido señalada como débil, de acuerdo con la Comisión multisectorial encargada del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño, es clave mantener una vigilancia activa ante posibles lluvias, inundaciones y deslizamientos, especialmente en zonas de alto riesgo.

En este contexto, es preciso destacar el valor de los sistemas ancestrales que contribuyen a mitigar los efectos del cambio climático y, en efecto, del FEN. Es el caso, por ejemplo, de las amunas, una tecnología ancestral utilizada para captar o ‘sembrar’ agua durante la temporada de lluvias, para luego filtrarla o distribuirla a lo largo de los terrenos aledaños. Estos canales se construyen con materiales permeables, como piedra, barro y arcilla, lo que permite que el agua se infiltre en el subsuelo y aparezca, meses después, aguas abajo, en forma de manantial o puquio.

Dadas sus características, las amunas evidencian la sabiduría y la capacidad adaptativa de las comunidades locales a lo largo de los siglos, a través de sus costumbres y tradiciones, ante eventos climáticos adversos. Por este motivo, organizaciones como AQUAFONDO están trabajando para poner en valor estas estructuras, cuyos beneficios son diversos, entre los que destacan:

  1. Contribuyen a la prevención de inundaciones. Uno de los efectos más evidentes del cambio climático y el FEN en nuestro territorio es el aumento de las precipitaciones a causa del incremento anómalo de las temperaturas del mar. Esto genera, a menudo, inundaciones y huaicos. En ese sentido, las amunas permiten regular el flujo de agua al captar parte de esta y liberarla gradualmente, reduciendo así el riesgo de deslizamientos e inundaciones.
  2. Permiten almacenar grandes volúmenes de agua. Durante la época de lluvias, el aumento de los caudales permite que las amunas ‘absorban’ grandes cantidades de agua, que surgirán, tras unos meses, en forma de manantiales o puquios. En las temporadas de poca lluvia, esta reserva resulta muy útil, pues abastece a comunidades y familias que viven de la ganadería y agricultura. De hecho, estudios de AQUAFONDO estiman que, potencialmente, un kilómetro de amunas puede aportar hasta cerca de 225 mil m³ de agua por año.
  3. Estabilizan el suelo. Al captar el agua y evitar que corra por las laderas de las montañas a gran velocidad, las amunas disminuyen la erosión del suelo y, a su vez, evitan los deslizamientos de tierra o huaicos en la zona de intervención. Esto contribuye a mantener la fertilidad del suelo y prevenir daños a las áreas de cultivo.
  4. Filtran el agua al subsuelo y la distribuyen a través de los terrenos circundantes. Además de los efectos sobre los terrenos y las comunidades, también se alerta de una posible pérdida o alteración de la flora debido a las inundaciones que provoca el cambio climático. Sin embargo, las amunas, al ser construidas con materiales permeables, filtran el agua a través del subsuelo y lo mantienen húmedo. Esto facilita la restauración y el mantenimiento de una vegetación más saludable en zonas aledañas.

Amunas de Huarochirí

A fin de contribuir con la puesta en valor de estas tecnologías ancestrales, AQUAFONDO, junto a sus diversos aliados del sector público y privado, se encuentra rehabilitando las amunas ubicadas en la provincia de Huarochirí, en Lima.

“El proyecto no solo tiene como objetivo restaurar estas infraestructuras, sino que también busca fortalecer las capacidades de las comunidades rurales en lo que respecta a la gestión del agua y los ecosistemas”, destaca al respecto Mariella Sánchez, directora ejecutiva de AQUAFONDO. 

El equipo Coca-Cola Perú, como parte de su compromiso para garantizar la seguridad hídrica de zonas con alto nivel de estrés hídrico, se sumó a esta iniciativa con el fin de contribuir a la rehabilitación de 1.74 km. de la amuna Horno-Marcahuasi, en la comunidad de San Pedro de Casta, lo que favorece a todas las demás comunidades imparables que se abastecen de la subcuenca del río Santa Eulalia, afluente del río Rímac.

“Para resolver los desafíos relacionados con el agua, se necesita de la acción colectiva para acelerar y escalar los proyectos. Por ello, trabajamos de la mano con AQUAFONDO y las comunidades imparables de Huarochirí, a fin de rehabilitar estas estructuras que son parte de nuestro legado cultural. De esta manera, buscamos impulsar una mejor gestión hídrica y garantizar un mejor futuro compartido”, concluye Paola Palacios, gerenta de Asuntos Públicos, Comunicaciones y Sostenibilidad de Coca-Cola para Perú y Ecuador.







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