
En un mundo marcado por el avance del cambio climático y las crecientes desigualdades sociales, una teoría económica con nombre de dulce ha emergido como una esperanza real: la economía del dónut. Propuesta por la economista inglesa Kate Raworth, este modelo busca reemplazar la lógica tradicional del crecimiento ilimitado y el beneficio financiero por un enfoque que combine bienestar social y sostenibilidad ambiental.
¿Cómo funciona esta teoría? Imaginemos un dónut: en su círculo interior se ubican los requisitos básicos para el bienestar humano —como agua potable, alimentación, salud, educación, equidad de género y vivienda—, mientras que el círculo exterior representa los límites ecológicos que no debemos sobrepasar —como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la contaminación química—. El espacio entre ambos anillos, la masa del dónut, simboliza el terreno donde la humanidad puede prosperar de forma justa y segura.
Esta teoría no solo se basa en intuiciones, sino que dialoga directamente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas y con los límites planetarios establecidos por científicos del Centro de Resiliencia de Estocolmo.

De la teoría a la acción: ciudades que adoptan el modelo
Lejos de quedarse en un marco teórico, la economía del dónut ha comenzado a inspirar cambios concretos. Ámsterdam, por ejemplo, fue la primera ciudad en el mundo en adoptar oficialmente este enfoque en su planificación económica y social. Desde entonces, impulsa políticas centradas en la reparación y reutilización de productos, en minimizar el desperdicio de alimentos y en garantizar el acceso a vivienda sostenible mediante proyectos como Strandeiland, un archipiélago urbano construido con materiales reciclados y procesos amigables con la vida silvestre.
Estas transformaciones apuntan a un cambio de fondo: una nueva manera de producir, consumir y vivir que respete tanto a las personas como al planeta. Ciudades como Bruselas, Berlín y Portland también están explorando la adopción de principios inspirados en el dónut.
Cambiar la forma de pensar la economía
Para Kate Raworth, el reto no es pequeño: exige reemplazar las bases mismas del sistema económico actual. No se trata solo de buscar ganancias financieras, sino de medir el éxito en términos de valor social y ambiental. Esto implica innovar en procesos productivos, fomentar el ecodiseño —productos duraderos, reciclables y con bajo impacto ambiental— y transitar hacia una economía circular que minimice la extracción de recursos naturales.
Como explica el filósofo y académico Joan Fontrodona, la economía del dónut representa «una enmienda a la totalidad» al paradigma económico clásico, proponiendo en cambio una lógica donde producir más implique consumir menos recursos, innovando con sentido de responsabilidad social y ambiental.
Un cambio necesario y posible
La propuesta de Raworth también busca romper con la idea de que el crecimiento económico es siempre positivo. En cambio, plantea que hay límites y que prosperar no significa crecer sin medida, sino alcanzar un estado de bienestar colectivo dentro de los márgenes que el planeta puede soportar.
Empresas, ciudades y ciudadanos ya están demostrando que esta visión puede pasar del papel a la práctica. El Doughnut Economics Action Lab, la plataforma creada para facilitar la adopción del modelo, sigue creciendo y ofreciendo herramientas para quienes quieren contribuir a construir un futuro ecológicamente seguro y socialmente justo.
El desafío ahora es escalar estas prácticas, integrarlas a más niveles de la sociedad y garantizar que el «anillo dulce» de oportunidades no quede solo en manos de unos pocos, sino que sea verdaderamente un espacio para todos.
Porque si de algo está seguro este siglo, es que el futuro de la economía también debe ser circular.