José M. Sainz-Maza del Olmo
Redactor editorial para UNV-ROLAC y el marketplace sostenible Staiy
La innovación tecnológica está llamada a representar un papel clave a la hora de afrontar los retos que plantean el cambio climático y la creciente demanda de sostenibilidad por parte de la ciudadanía. Aunque no es difícil caer en el error de asociar las nuevas tecnologías exclusivamente con actividades industriales punteras, todos los sectores de la economía pueden beneficiarse de mejoras en la eficiencia de sus procesos. La industria agroalimentaria no es una excepción, y la tecnología blockchain tiene mucho que ofrecer en la búsqueda de un futuro más sostenible.
Si preguntamos a una persona cualquiera lo que sabe acerca del blockchain, es bastante probable que las palabras ‘bitcoin’ y ‘criptomoneda’ surjan enseguida en la conversación. Las divisas descentralizadas alternativas han sido objeto de un interés cada vez mayor por parte de inversores y autoridades financieras —así como de los medios— desde que Bitcoin nació en 2009. Sin embargo, las aplicaciones de esta tecnología van mucho más allá, alcanzando ámbitos tan diversos como la política, las finanzas, el arte o la alimentación.
Una cadena de bloques o blockchain almacena información codificada de todos los pasos de un proceso en orden temporal, protegiendo los datos a través de técnicas criptográficas y no permitiendo que ningún bloque sea alterado sin que se modifique también el resto de la cadena. De este modo, no es necesario contar con certificadores externos, ya que la propia naturaleza del sistema sirve para validar la información transferida.
Aplicadas al comercio, las cadenas de bloques permiten que una persona que adquiera un determinado bien pueda, mediante la lectura de un código QR en el paquete, obtener información precisa sobre el ciclo de vida completo del producto con la certeza de que no se le está ocultando nada. Cada uno de los integrantes de la cadena tiene acceso a todos los datos de forma independiente. Así, es posible verificar rápida y fácilmente que los estándares deseados de calidad y sostenibilidad se cumplen en cada etapa del proceso.
Uno de los principales problemas a los que los consumidores nos enfrentamos a diario es la dificultad para conocer la procedencia de los alimentos que compramos en el supermercado. Se trata de una cuestión con múltiples implicaciones, que abarcan desde la seguridad alimentaria hasta las condiciones laborales de los agricultores y el impacto medioambiental de los cultivos. La falta de transparencia en la cadena de suministro es un gran impedimento a la hora de adoptar decisiones de consumo responsables y minimizar los efectos negativos de la actividad agrícola en el planeta.
Ante la necesidad de certificar la sostenibilidad de sus productos, un número creciente de empresas agroalimentarias está recurriendo al blockchain. Su implementación tiene, además, una ventaja añadida, pues permite a los pequeños productores prescindir de organismos certificadores internacionales. Estos suelen exigir a menudo grandes sumas de dinero a cambio de autorizar el uso de su sello en el empaquetado, lo cual solo está al alcance de grandes corporaciones.
“Gracias al blockchain, podemos garantizar transparencia absoluta al consumidor final cuando compra productos elaborados con nuestro aceite”, destaca Rushank Bardolia, fundador de GreenEarth Agro, una pequeña empresa del sector del aceite de palma en Ghana. “Para nosotros, esto cambia totalmente las reglas del juego.”
Al tiempo que fomentan la construcción de relaciones entre productores y consumidores basadas en una mayor confianza, estas prácticas contribuyen también al incremento de la seguridad alimentaria y a la reducción de intermediarios en los procesos de distribución de insumos agrícolas. Esto posibilita el establecimiento de precios más justos en origen y una significativa reducción de las emisiones de carbono a lo largo de toda la cadena de valor.