Medio ambiente - Cambio climático
COVID-19: tiempo para reflexionar
La cuarentena causada por el coronavirus es un buen momento para evaluar cómo la pérdida de hábitats naturales y el comercio indiscriminado de especies silvestres puede poner en peligro la salud y la economía mundial si continuamos con los patrones de depredación actuales.
Cuando, a fines del siglo XVIII, los humanos descubrimos que podíamos fabricar objetos de forma industrial gracias al impulso de los motores, no sabíamos que estábamos desencadenando la que, tres siglos después, sería la crisis ecológica más grande que nos haya tocado vivir desde que bajamos de los árboles hace varios millones de años. Hoy, la pérdida de hábitat naturales y de biodiversidad, así como el tráfico de fauna silvestre ponen en riesgo la seguridad de toda la humanidad al desencadenar pandemias que con gran rapidez pueden viajar por todo el mundo acabando con la vida de miles de seres humanos.
En un artículo aparecido en The Times, David Quammen el autor del libro Derrames: infecciones animales y la siguiente pandemia, escribió: “hemos invadido los bosques tropicales y otros paisajes silvestres, que albergan un gran número de animales y plantas, y con ellos, una cantidad de virus desconocidos… cortamos los árboles, matamos o enjaulamos a los animales y los enviamos a los mercados. Perturbamos los ecosistemas y liberamos los virus de sus anfitriones naturales. Cuando esto sucede, estos necesitan un nuevo anfitrión. Con frecuencia, nosotros lo somos”.
Esta no es la primera vez que un virus de origen animal localizado en un ambiente natural migra a los humanos. Recordemos el SARS, la gripe porcina, el ébola e incluso el VIH, que en medio siglo ha causado la muerte de millones de personas. Así, en diciembre pasado, el COVID-19 apareció a causa del consumo de carnes de animales silvestres –como murciélagos y pangolines– en los mercados de la provincia de Wuhan, en China. Según información del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de los EE.UU (DCD), tres cuartos de las enfermedades emergentes o nuevas se originan en animales. En un artículo aparecido en The Guardian, se indica que un estudio realizado en 2008 identificó que el 60% de 335 enfermedades que aparecieron entre 1960 y 2004 tuvieron origen animal.
Y no hay que pensar en sitios tan lejanos como Wuhan. En el atestado mercado de Belén, en Iquitos, por ejemplo, es fácil encontrar “carne de monte” que se vende bajo ningún control sanitario. Y lo mismo sucede en los mercados informales a lo largo de toda la Amazonía. A este problema se suma el incontrolable tráfico de fauna silvestre para el mercado de mascotas.
En el mismo artículo de The Guardian, el ecologista y profesor de la Universidad de Emory, Thomas Gillespie, comenta que los “patógenos no respetan los límites de las especies… no estoy sorprendido con la aparición del coronavirus, la mayoría de patógenos están por descubrirse. Estamos en la punta del iceberg”.
El empuje de los humanos en su avance colonizador hacia ecosistemas naturales, como la Amazonía, está causando diversos problemas, entre ellos los sanitarios. Este año, el dengue ha afectado a 14 mil personas en todo el Perú. Recordemos que en 2017, con la aparición del Niño Costero, esta enfermedad, que puede llegar a ser mortal, contagió a casi 70 mil personas. Se sabe que el aumento de las temperaturas a causa de la crisis climática está ampliando el hábitat de los mosquitos vectores de esta y otras enfermedades, por lo cual, la siguiente crisis sanitaria en el Perú bien podría acelerarse por nuestra propia causa.
Según reportes de la ONU, la crisis actual del coronavirus causará pérdidas globales por más de un billón de dólares, y hará que el mundo crezca por debajo del 2,5%, causando una recesión a nivel global. Y más allá de las cifras macro, esta crisis va a afectar el bolsillo de todos y cada uno de los peruanos, sobre todo de los más necesitados.
Entonces, este es el momento para reevaluar nuestro comportamiento como especie y poner límite a la depredación de los ecosistemas naturales como la Amazonía, y apostar por iniciativas de conservación de nuestros bosques, y a una política dura de consuno y tráfico de fauna silvestre. No hablamos del futuro, hablamos de lo que nos puede ocurrir hoy a todos los que habitamos el planeta. No olvidemos que, en algún bosque prístino a punto de ser destruido por nuestra avaricia, podría estar oculto el siguiente virus que amenace a nuestra frágil especie.