Cuando el International Sustainability Standards Board (ISSB) publicó las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF) S1 y S2 en 2023, abrió no solo un nuevo capítulo en el universo normativo y regulatorio, sino un cambio profundo de carácter más estructural. La sostenibilidad, y particularmente el clima en el caso de S2, se miran ahora por un lente financiero. Dejan de ser, en este sentido, un ejercicio comunicacional y se constituyen como información que puede modificar la valoración de un negocio, su perfil de riesgo y su acceso a capital.
NIIF S1 establece requisitos generales para divulgar riesgos y oportunidades de sostenibilidad que puedan influir en el desempeño financiero. NIIF S2, en tanto, profundiza en el riesgo climático: emisiones de gases de efecto invernadero, riesgos físicos y de transición, análisis de escenarios y métricas específicas. Ambos estándares dejan de tratar a estos elementos como un plus en la divulgación de una entidad, o como insumos periféricos o prescindibles, exigiendo en cambio integrarlos en la toma de decisiones estratégicas.
En parte importante de América Latina, la sostenibilidad ha operado hasta ahora a un ritmo más bien reactivo, cuya reportabilidad ha estado asociada a la regulación, a la solicitud puntual de inversionistas o a las exigencias de un cliente global. NIIF S1 y S2 exigen lo contrario: entender estos elementos como variables estratégicas que condicionan el futuro financiero de la organización.
Este cambio de lenguaje implica moverse de la divulgación por la reportabilidad misma a comprender que estos elementos son vitales para la viabilidad del negocio. Un giro cuyo impacto ya lo estamos comenzando a constatar y que obliga a organizaciones a repensar la relación entre sostenibilidad, riesgo y rentabilidad.
Desafío velado: la cultura organizacional
Su integración guarda una serie de obstáculos y desafíos, algunos más evidentes que otros. Algo interesante que vemos es que quizás los principales no radican tanto en metodologías, modelos o métricas, sino en el ámbito de la cultura. Si bien hay excepciones, en muchas organizaciones de la región las áreas de sostenibilidad, sustentabilidad y/o medioambiente operan como silos que abordan la gestión ambiental y climática desde una óptica normativa, con voz limitada en la mesa de las decisiones de inversión o de estrategia.
La adopción de NIIF S1 y S2 se percibe entonces como algo costoso. Y no necesariamente porque sus requerimientos en sí mismos lo sean, sino porque obligan a abandonar la lógica del silo para involucrar a finanzas, riesgos, estrategia, operaciones y desarrollo corporativo. Ya no es una estrategia de sostenibilidad desunida, sino una estrategia organizacional integrada.
Y es ahí donde reside un desafío central: en avanzar hacia una transformación cultural donde la sostenibilidad no opere en los bordes, sino que se integre armónicamente con las demás áreas en el corazón del negocio.
Gobernanza, capacidades y hoja de ruta como piedras angulares
Un punto de partida razonable es entender en qué nivel de madurez está la organización. Eso implica levantar información, identificar áreas que ya trabajan temas de sostenibilidad (aunque lo hagan de modo fragmentado) y develar las brechas frente a los requerimientos de NIIF S1 y S2.
Ese análisis con perspectiva amplia permite conectar los puntos y entender las brechas y oportunidades que surgen para propiciar colaboración entre las distintas áreas de la organización. Son esos los ladrillos que sostienen y le dan carácter realista a una estrategia y a una hoja de ruta, en un proceso enriquecedor que requiere liderazgo institucional y conocimiento técnico.
Mirar el cuadro completo
NIIF S1 y S2 no son un fin en sí mismo, sino un medio que plantea preguntas cruciales, algunas incluso incómodas. Una de ellas es si el modelo de negocio de una organización es o no resiliente frente al mundo de hoy y al que viene. Elaborar un reporte anual no resuelve del todo una pregunta de esa naturaleza: se requiere pensar y repensar desde arriba, mirando el cuadro completo.
Por eso, el costo más importante no es tanto económico sino más bien cultural. Y en América Latina, donde persiste la tensión perpetua entre el beneficio de corto plazo y la construcción de resiliencia y de beneficio de largo plazo, ese costo puede determinar el éxito o el fracaso de la adopción de estos estándares.
Se vuelve crecientemente nítida la necesidad de abrazar la integración de la sostenibilidad y del clima como elementos que inexorablemente fortalecen la estrategia de negocio y generan beneficios no solo para hoy, sino también para mañana. Quizás ahí es donde debiese estar puesto el énfasis de la conversación.









