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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres mujeres son víctimas de violencia física o sexual en el mundo, estadística que precisamente no es reciente y proviene de años atrás. Es así que la coyuntura debido a la crisis sanitaria ha vulnerado a millones de mujeres, poniendo en riesgo su crecimiento personal y profesional, e inclusive su vida.

POR RENZO ROJAS
rrojas@stakeholders.com.pe

El Perú es uno de los países de la región en donde la inseguridad de la mujer es un problema muy serio. A todo ello, se suma la desigualdad de género en distintos espacios, a tal punto de que se ha normalizado en menoscabo del desarrollo del país. La tasa de desempleo en tiempos de pandemia, si bien también afectó a los hombres, es reflejo de esta disparidad. Diana Plasencia, gerente de Consultoría de Aequales, detalla el impacto negativo.

Diana Plasencia,
Gerente de Consultoría de Aequales

“Un primer aspecto es la pérdida de empleo. En Latinoamérica, en el 2020 hubo una tasa de desempleo que en mujeres fue de un 12%, mientras que en hombres de un 9,7 %, según organismos internacionales. Ahí empezamos a ver una diferencia importante. En Perú, hay una encuesta de Ipsos, hacia la segunda mitad del 2020, que indica que del total de mujeres que trabajaban antes de la pandemia un 54% perdieron sus empleos por la crisis. En el caso de los hombres fue de un 48%”, indica.

¿Por qué la diferencia? La explicación radica en muchos factores, siendo uno de los principales la sobrerrepresentación de las mujeres en sectores que han sido duramente golpeados por la paralización de las actividades económicas, así lo analiza la especialista.

“Restaurantes, turismo, comercios, son los ámbitos donde hay más mujeres, a la vez que son las actividades que se van reactivando de manera más lenta. Ellas pierden el empleo, además de que es probable que no vuelvan a reinsertarse en el mercado laboral. Por el contrario, si es que lo hacen, es en un puesto de menor calidad. Es decir, menor remuneración, jornadas más extensas, etc.”, explica.

El trabajo no remunerado y el nuevo acoso laboral

Los cambios que trajo consigo la pandemia incluyen nuevas formas de trabajo, por lo que ha prevalecido la modalidad virtual. Sin embargo, estas circunstancias han significado un reto para muchas mujeres, dadas las nuevas responsabilidades que desigualmente asumen dentro del hogar. La ocasión puede ser una oportunidad para cambiar tradiciones interpuestas a lo largo de las generaciones, pero la tarea no es fácil.

“Existe un trabajo que se ha invisibilizado y que las mujeres lo están realizando. No solo labores domésticas, a eso se suma ahora el homeschooling (educación de los hijos en casa), el cuidado de adultos mayores, personas enfermas o con discapacidad, los cuales siempre recaen en manos de mujeres”, opina Plasencia.

Todo lo anterior repercute en el desempeño profesional de la mujer. Un reciente estudio de Centrum PUCP revela que solo en Lima Metropolitana ellas le dedican 33,6 horas a la semana a trabajos no remunerados, frente a las 16,3 horas de los hombres. Aranzazú Jorquiera, consultora de GenderLab, habla de las consecuencias de este contexto.

“Las mujeres nos reportan un mayor grado de ansiedad y de angustia, además de que sus responsabilidades del hogar intervienen con sus labores profesionales. Ipsos acaba de publicar su cuarta encuesta de equidad de género y tiene data interesante acerca de la salud mental: en un 34% las mujeres ejecutivas consideran que esta ha empeorado, un 8% más que sus pares hombres”, manifiesta.

Para Diana Plasencia es claro que existe una “inequitativa distribución del trabajo en casa”. En ese sentido, aborda el rol de las organizaciones para contribuir a que esta inequidad se reduzca. Refiere que en el Ranking PAR de Aequales 2020 encontraron que muchas empresas actuaban al respecto, pero desde un enfoque reactivo más que preventivo. Más allá de otorgar flexibilidad de tiempo en el horario de trabajo, hay que “atacar el problema estructural de fondo”, dice.

Otro punto importante es cómo se ha medido el desempeño laboral con todas las condiciones generadas por la pandemia y la desigualdad. De este mismo ranking, una primera muestra de 174 empresas de 10 países de Latinoamérica revela que la mayoría de ellas (83%) reconocían el trabajo no remunerado como un factor importante.

“Sin embargo, cuando abordamos los indicadores de desempeño, solamente había un 39% que habían adaptado estos. Es decir, fueron conscientes de la desproporción en el trabajo no remunerado y modificaron la forma cómo estaban entendiendo el desempeño de las personas”, subraya la gerente.

Por otro lado, el acoso laboral ha tenido lugar en tiempos de pandemia, a pesar de que la presencialidad en los centros de labores fue reducida. Se podría pensar que disminuyó debido al menor contacto directo entre el hostigador y la víctima. No obstante, la vía virtual también es un medio por el que se puede dar, incluso sin que muchas veces se reconozca como tal.

“Es claro que no ha desaparecido el acoso, sino que está tomando distintas formas. Ocurre ahora más por Whatsapp o algunas reuniones de Zoom, por ejemplo. Hay distintas maneras en las que se puede manifestar y lo que vemos en mayor grado es, definitivamente, el acoso virtual”, señala Aranzazú Jorquiera .

Agrega que desde ELSA, herramienta digital de GenderLab que ayuda a prevenir el acoso sexual laboral, hallaron que más del 40% de casos de acoso continúan o comenzaron durante la pandemia. “A las personas le cuesta reconocerse como víctimas, y por otra parte está saber qué es acoso sexual. Nuestra herramienta revela que solo el 5% declara haber pasado por esto, pero cuando comienzas a analizar en detalle las situaciones, esta cifra sube al 22%”, complementa.

Violencia contra la mujer: cifras ocultas

Según la Defensoría del Pueblo, el año pasado se reportaron 132 feminicidios en el Perú. Este número curiosamente es menor al del 2019, cuando se registraron 157 casos, pese a que la pandemia ha vulnerabilizado más la situación de las mujeres en el país. Es muy probable que haya un sesgo en cuanto a las cifras, dada las circunstancias que se presentaron y que afectaron algunos canales de comunicación.

Aranzazú Jorquiera,
Consultora de GenderLab

“Hay cifras ocultas porque las mujeres suelen no denunciar. En cuarentena es mucho más difícil, pero sí hay información de la Línea 100 respecto a cómo se han duplicado las llamadas en relación con el año anterior. Están más expuestas definitivamente. Muchas de ellas están obligadas a convivir con sus agresores”, sostiene Diana Plasencia.

Para Aranzazú Jorquiera es complejo saber cuál fue el impacto real de la violencia contra la mujer. Algunas instituciones competentes tuvieron que reducir o cesar sus actividades debido a la crisis sanitaria, por lo que es factible suponer que no todas las denuncias se llegaron a registrar. Es más porque, de acuerdo a información del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), se sabe que en el 90% de feminicidios las víctimas tenían un vínculo íntimo con los feminicidas.

“En violencia, a lo largo de la región y del mundo, vemos un aumento. ONU Mujeres, Cepal, OEA y distintas organizaciones publicaron sus reportes con cifras de cómo ha afectado la pandemia en la violencia de género. Es difícil medir cuál es el impacto real del aumento en violencia. Por ejemplo, en Perú, los Centros Emergencia Mujer (CEM), que usualmente reciben casos de violencia, estuvieron cerrados en la primera parte de la cuarentena”, explica.

Una alternativa ante el poco alcance de datos que reflejen la realidad es observar otros indicadores. La Línea 100 es una opción, dado que entre los meses de marzo y julio se recibieron más llamadas de las que se esperaban, prosigue Jorquiera. Asimismo, es crucial también enfocarse en el número de mujeres desaparecidas.

“Es importante reconocer que el número de feminicidios no es el indicador correcto, ya que hubo un cambio relativamente inexplicable entre 2019 y 2020. Lo que creen los especialistas en la materia es que hay que mirar el número de mujeres desaparecidas. Hay que entender también que bajo esta situación es más difícil reportar a una persona como desaparecida. Definitivamente tenemos indicadores que no están completamente correctos”, enfatiza.

La labor de las organizaciones no es fácil teniendo en cuenta la crisis sanitaria por la pandemia de COVD-19. Con un proceso de vacunación apenas iniciando en el Perú, se espera que en los próximos meses la estabilidad llegue para enfocarse en fundamentales problemas sociales, en otras ‘pandemias’ como es la violencia contra la mujer. La vocera de GenderLab tiene buenas perspectivas sobre el tema.

“Está mejorando la labor. Algo positivo de esta segunda cuarentena es que los CEM están operando. Es una situación inesperada, nadie estaba preparado para una pandemia a nivel global. Dentro de todo es una oportunidad para ir aprendiendo y mejorando los servicios que se vienen ofreciendo. Las estadísticas que se presentan también han mejorado, lo que permite tener un mejor entendimiento de lo que está sucediendo”, indica.

Añade que la solución está en unir esfuerzos para una mayor efectividad. El sector público, el privado y la sociedad civil juegan un papel crucial. “Es interesante ver los programas que el MIMP implementa en alianza con el sector privado. Desde GenderLab creemos en la importancia de las alianzas. Tenemos mucho camino por recorrer en igualdad de género y prevención de violencia que no es posible solucionarlo si no trabajamos juntos. Por ello, el slogan de nuestra organización es multiplica igualdad”

En ese sentido, Diana Plasencia de Aequales afirma que “las organizaciones tienen el rol de ofrecer apoyo psicológico, reforzar los canales de denuncias, acercar a sus colaboradoras información sobre a dónde pueden acudir, entre otros puntos,” al momento de tratar la violencia de género. Por ello, también es importante que a nivel directivo se cuente con paridad a la hora de la toma de decisiones. La conformación de los comités de crisis en las empresas es clave.

“Según el Ranking PAR, hay cerca de un 30% de mujeres que están en estos comités de las empresas que se han medido. Sin embargo, dentro de las mismas solo un 12% tienen paridad. Es decir, en la mayoría de casos incluyen a las mujeres, pero inequitativamente”, subraya.

El Informe de Riesgos Globales 2021 del Foro Económico Mundial (WEF), con el apoyo de la consultora Marsh & McLennan, revela que en Latinoamérica se ha retrocedido 20 años en cuanto a la participación de la mujer en los espacios laborales en solo 10 meses. Este retraso tiene además un impacto claro en el desarrollo económico de la región, sobre todo por los desafíos que trae consigo la recuperación post COVID- 19 de los países.

“El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) considera que es vital el trabajo femenino para reactivar la economía, ya que el PBI de la región puede crecer hasta un 22% si logramos reducir las brechas de género en el ámbito laboral, especialmente considerando el desempleo del 2020. Tenemos que asegurarnos que las mujeres vuelvan a ser una parte esencial de la economía”, asegura Aranzazú Jorquiera.

En esa línea, Diana Plasencia también reflexiona frente a los retos que significan todo lo anterior: “Es momento de ponerse los lentes de género porque estamos hablando de perder talento que probablemente luego no puedas recuperar”.







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